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Actualizado: 30 de junio de 2025
«Estos dijeron entre sí ¿qué os parece como vienen contra nosotros? ¿Nosotros no somos los principales de esta ciudad en tener i en ser bien quistos del pueblo? Fagamos gente. Vos, fulano, tened tantos hombres de los vuestros: é vos, cetano, tened á punto cuantos pudiéredes allegar: é así fueron repartiendo entre las cabezas, armas, gente é dinero é las cosas que pareció necesarias.
Á los cuales bultos Inca Yupanqui mandó, cuando ansí los mandó poner en los escaños, que les fuesen puestas en las cabezas unas diademas de plumas muy galanas, de las cuales colgaban unas orejeras de oro; y esto ansí hecho, mandó que les pusiesen ansímismo en las frentes, á cada uno destos bultos, unas patenas de oro, é que siempre estuviesen dos mamaconas mujeres con unas plumas coloradas largas en las manos é atadas unas varas, con las cuales oxeasen las moscas que ansí [en] los bultos se sentasen; el servicio de los cuales é que ansí se hiciese á estos bultos, fuese muy limpio; é que las mamaconas é yanaconas, cada é cuando que delante destos bultos pareciesen á les servir y reverenciar, é otros cualesquier que fuesen, viniesen muy limpios é bien vestidos, é con toda limpieza é reverencia é acatamiento estuviesen delante destos tales bultos.
Había entre los capitanes de Galípoli diversas opiniones sobre el modo de hacer la guerra; y así convino que las principales cabezas se juntasen en consejo para resolverse.
Así como avanzaba la mañana aumentaba el hormigueo en torno de las rocas, que, vistas de lejos, destacábanse como escollos sobre el oleaje de cabezas.
Parecen haberse escapado de las láminas de un periódico chic; esbeltas y elegantes como las artistas de los teatros de París que lanzan la última moda; pero menos... etéreas, más sólidas, mejor nutridas, sin trampantojos ni mentiras en su construcción como hijas de un pueblo joven que tiene su suerte confiada a los flancos de la mujer... Y en las demás mesas, ¡qué de cabezas rubias!... Las grandes damas de la opereta han sacado lo mejor de su vestuario teatral.
Todos eran hijos de marinos, y sin embargo se habían emancipado del mar. En tierra firme estaban los negocios. Sólo las cabezas locas podían pensar en barcos y aventuras. El Tritón sonreía humildemente ante estas alusiones y cruzaba miradas con su sobrino. Un secreto existía entre los dos. Ulises, que terminaba su bachillerato, asistía al mismo tiempo en el Instituto á los cursos de pilotaje.
6 El entonces les escribió la segunda vez diciendo: Si sois míos, y queréis escuchadme, tomad las cabezas de los varones hijos de vuestro señor, y venid mañana a estas horas a mí a Jezreel. 7 Y cuando las letras llegaron a ellos, tomaron a los hijos del rey, y degollaron setenta varones, y pusieron sus cabezas en canastillos, y se las enviaron a Jezreel.
Durante ellos, no se ocupó de clientes ni de nada: no tenía más preocupación que Angelina, y ella, según se lo había manifestado, en momentos en que la ternura llevaba a tocarse sus cabezas, no tenía tampoco más preocupación que el doctor.
Calzaban alpargatas deshilachadas, o iban con los pies desnudos sobre los fríos baldosines. Vestían ropas remendadas y mugrientas. Algunos no tenían otro traje que la camisa y un pantalón de hombre sostenido por un tirante que les cruzaba el pecho. Llevaban rapadas las cabezas, mostrando muchos de ellos la extraña configuración de sus huesos craneanos.
Así que refrescaba el viento, las cabezas medio sumergidas se coronaban de espuma, lanzando rugidos; montañas de agua penetraban sordas y lívidas en la marítima garganta, y había que izar la vela y huir cuanto antes de este callejón, caos ruidoso de remolinos y corrientes.
Palabra del Dia
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