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Actualizado: 19 de junio de 2025
Se compuso el sombrero, y se fué. A poco, cuando principiaba yo a escribir, oí en el zaguán voces femeniles que distrajeron mi atención. Venían muy majas y de ataque. ¡Papá! gritó la rubia, asomando su vivaracha cabecita. ¡Papá! ¡Ya estamos de vuelta!
Aunque no entiendan una palabra dicen siempre «yes, yes, yes», alzando y bajando la cabeza como el asno de cartón que me trajo papá el otro día.» Después de jugar en el paseo, los niños volvieron a casa muy contentos. Muy contentos todos, menos Lita, que sentía en su cabecita aletear una pequeña preocupación, como una mariposilla prisionera bajo una copa de cristal.
Viéndola así, la cabecita de penitente inclinada, misia Gregoria, afligidísima, la volvió a besar, a estrechar contra su pecho. ¡Por Dios! ¿qué había hecho ella tan malo, qué crimen había cometido, para ser así castigada en sus afecciones? Su hija, su adorada santita, renegaba de ella, acusándola quizá de verdugo, de madre sin entrañas. Pero, si era por su propio bien, que lo hacía...
Era el comedor, que ya estaba alumbrado. Sentada a la mesa, armando unos pastorcitos de barro, restos de su pasada riqueza, estaba Josefina. La pantalla de la lámpara proyectaba viva luz sobre su cabecita monda y dorada como una naranja.
»Entonces se dejó caer de rodillas delante de la cuna en que la débil criatura dormía con el sueño de los bienaventurados y apoyó la frente sobre su cabecita. »Así permaneció por largo rato sin que yo intentara perturbarla. »Cuando se levantó, su rostro había vuelto a tomar esa serenidad impasible que siempre le habíamos conocido hasta entonces.
Llegó a la sazón Matildita, y Eduardito, presa de un rapto de amor fraternal, se abrazó a ella y le restregó el rostro con la nariz repetidas veces en testimonio de gratitud eterna. El Colibrí, con aquel éxito, se había crecido y entornaba la cabecita a un lado y a otro con más petulancia, si cabe.
Apretóle la Reina contra su corazón con amor inmenso, y besándole en la frente, le dijo: Porque tú eres el hermano mayor, que eso es ser Rey... ¿Lo entiendes, Buby?... Y Dios te ha dado de todo, para que cuides en lo posible de que tus hermanos menores no carezcan de nada. Yo no sabía eso dijo Buby, meneando con pena la cabecita.
Se ocupa largamente de Rafael Pombo, el famoso autor del canto de Edda, que dio la vuelta a América, y que mereció entre la avalancha de contestaciones, una hermosísima de Carlos Guido y Spano, «Pombo según el Sr. Cané es feo, atrozmente feo. Una cabecita pequeña, boca gruesa, bigote y perilla rubia, ojos saltones y miopes, tras unas enormes gafas... Feo, muy feo.
Julio la miró con sorpresa, imaginándose lo que podía existir dentro de su cabecita adorada y frívola. ¿Qué se estaba formando más allá de su frente contraída por el movimiento rugoso de las ideas y que hasta entonces sólo había reflejado la ligera sombra de unos pensamientos veloces y aleteantes como pájaros?... Pero la Margarita de antes vivía aún.
Pero, la señora, estrechando la hermosa cabecita de virgen contra su seno opulento, protestaba: no, la buena era ella, su hija, su Nanita adorada; a ver, que vinieran todos los ángeles del cielo y todos los santos del almanaque a competir con ella; ¿a que se volvían avergonzados de la derrota?
Palabra del Dia
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