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Actualizado: 14 de mayo de 2025
A las tres de la madrugada comenzaron a llegar los primeros carros de la sierra al fielato de los Cuatro Caminos. Habían salido a las nueve de Colmenar, con cargamento de cántaros de leche, rodando toda la noche bajo una lluvia glacial que parecía el último adiós del invierno. Los carreteros deseaban llegar a Madrid antes que rompiese el día, para ser los primeros en el aforo.
Todo el contorno parecía tener la vista fija en la taberna, esparciéndose con celeridad prodigiosa las noticias sobre el curso de la apuesta. Ya se habían bebido dos cántaros, y como si nada.... Ya iban tres... y tan firmes. Copa llevaba la cuenta de lo bebido. Y la gente, según su predilección, apostaba por alguno de los tres contendientes.
Mientras residió en Santa Rosa venía cada ocho días, sin faltar nunca, así lloviera a cántaros. Entre ocho y nueve de la mañana, allí estaba Andrés en su caballejo, muy cargado de frutas, semillas, y aves de corral. Al irse, domingo por la tarde o lunes muy tempranito, no dejaba de poner en el comedor cuatro o cinco duros; acaso buena parte de sus ganancias.
En el frente francés flotaba una bandera blanca avanzando hacia nuestro frente. La batalla había concluído. Nuestros soldados se abrazaban con júbilo. Confundíanse los diversos regimientos y los paisanos advenedizos con la tropa. La gente del vecino pueblo de Bailén acudía con cántaros y botijos de agua. Agrupábanse hombres y mujeres junto a los heridos para recogerlos.
Por eso nuestros Misioneros pusieron todo esfuerzo desde los principios en exterminar y arrancar este vicio, y juntamente aquellos festines y banquetes; usaron de muchos medios, ya suaves, ya severos, de romper los cántaros, reprenderlos, derramarles la chicha y deshacer sus brutales juntas, cosa que les provocaba á cólera y á venganza á aquellos bárbaros, que se enfurecían y exasperaban tanto, que muchas veces echaron furiosamente mano á las macanas y á las flechas para matarlos.
La enseñanza de San Pablo cayó en un suelo fértil. Por cerca de 1.500 años la conciencia humana no se sintió chocada por ella. Desde el nacimiento de la teología arminiana ha habido una gradual y creciente revulsión de sentimientos, y ahora se dice llanamente que "el alfarero no tiene derecho de estar irritado contra sus cántaros.
Figúrese el lector que está viendo á Paris en miniatura desde las alturas de Montmartre, desde el arco del Triunfo, y desde una orilla del Sena. =Dias octavo, noveno y décimo=. Dos dias de encierro. Provisiones. Los libros de mi mujer. Un español. Compras. Patriotismo de mi compañera. Carácter capital de las mujeres. Llueve á cántaros, y hemos invertido dos dias en asuntos privados.
Los caserones solariegos están abandonados; las iglesias se han venido a tierra, y las fuentes, en esta decadencia abrumadora, se han cegado y han desaparecido... El viejo llena sus cántaros en el menguado caño. ¿A cómo venden ustedes el agua? le pregunto. A patacón la carga me contesta. A diez céntimos dice otro viejo.
No eran allí escasas la algazara y la confusión los domingos por la tarde. Más de treinta muchachas agolpábanse con sus cántaros, deseosas todas ellas de ser las primeras en llenar, pero sin prisa de irse. Empujábanse en la estrecha escalerilla, con las faldas recogidas entre las piernas para inclinarse y hundir su cántaro en el pequeño estanque.
¡Hablar de arrendamientos y de pagas en aquel sitio, cuando entre actores y espectadores se había consumido el aguardiente á cántaros!... Batiste se sintió inquieto. Le pareció que pasaba de pronto por el ambiente algo hostil, amenazador. Sin gran esfuerzo hubiera echado á correr; pero se quedó, creyendo que todos le miraban á hurtadillas.
Palabra del Dia
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