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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Y oyendo esto, sopesaba la dama en su mente las dificultades del caso, más graves entonces que lo habían sido en otros análogos. Ocioso es decir, pues ciertas cosas se dicen por sí mismas, que el apoderado de Milagros no llevó a Rosalía el 4 ni el 5, ni ningún otro día de Agosto lo que aquella le había prometido. De Cándida no debía esperar más que fantasías. ¿A quién volver los ojos?
Heroísmo hacía falta, no lágrimas. Pensando en esto, retirose al Camón para pensar mejor, pues allí tenían siempre sus ideas más claridad. Cándida, después de enredar un rato con los niños, fue a dar conversación a Bringas.
En esa edad infantil Exenta de sinsabores, Es tu camino de flores, Tu vida sueño de amor; Pero antes de penetrar A otro camino de abrojos, Cerrando tus bellos ojos Duerme tranquila, Leonor. Paloma de la inocencia Tan cándida como bella, Tan pura como una estrella De la mañana en su albor, Si quieres vivir feliz No dejes tu blando nido, Mientras te canto al oido Duerme tranquila, Leonor.
Se los pediría terminantemente. Si por arte del Demonio, o más bien por milagro de Su Divina Majestad, tuviera Cándida algún dinero...! Cándida le debía cinco duros que Rosalía le prestó para dar la vuelta de un billete de cien escudos. También aquellos extraviados reales debían volver al redil. Haciendo propósitos de energía, fue a ver a la marquesa. ¡Casualidad funesta!
En la fachada del Norte, que cae al Sena, se ven doce estátuas alegóricas, y al pié, verde, humilde y gracioso, un jardincito limitado por una verja, la cual lo separa del borde del rio. No es una perspectiva arrebatadora; pero es ingénua, cándida, inocente como los recuerdos de la niñez.
A pesar de mis secretos resentimientos, había vuelto a ceder al encanto de su dulzura, de la cándida gracia que emana de ella como un perfume y de la alegría un poco melancólica de reanudar nuestra fraternal amistad. Luciana estaba impaciente al verme tanto tiempo al lado de Elena, y varias veces había sorprendido sus miradas fijas en nosotros como si quisiera adivinar lo que decíamos.
Cuando la encontramos Pez y yo, y tuvimos el honor de que nos guiara a la morada de Bringas, ya llevaban más de un año de abandono y podredumbre las famosas tablas de Rafael, el cuadro de Tristán y las otras mil preciosidades que por milagro de Dios no estaban en los museos. Era Cándida una de las más constantes visitas de los Bringas.
«Una mirada así se dijo en aquel instante , sólo puede tenerla una extranjera que sea además artista. ¡Qué modestia en el atrevimiento, qué castidad en la osadía! ¡Qué inocente descaro, qué cándida coquetería!...».
Indigno de vos. ¿Cómo podéis hablar de venganza y muerte, vos, tan joven y cándida, en cuyos labios sólo deberían oirse palabras de bondad y perdón? ¡Mundo cruel, que á cada paso me hace recordar el retiro y la paz de mi celda! Cuando así habláis me parecéis un ángel del Señor aconsejando seguir al espíritu del mal.
Todos mis recuerdos están concentrados en ella, pues no puedo, como la mayor parte de las niñas, cifrar mi vida en la visión de un alegre hogar atestado de niños pequeños y protegido por la doble ternura de un padre y una madre... Tenía, sin embargo, amiguitas que iban a jugar y a reír conmigo; pero detrás de aquel cuadro de cándida alegría, veo siempre aparecer la sombra melancólica del largo velo de la abuela.
Palabra del Dia
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