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Actualizado: 2 de junio de 2025
Después escribió otra con sobre a Cecilia. Cerradas y colocadas sobre la mesa en primer término, para que se vieran pronto, sacó un pitillo, lo encendió a la luz de la bujía, y comenzó a pasear por la habitación. Antes de concluir el cigarro lo arrojó. Abrió el cajón de la mesa, y sacó el revólver que allí guardaba. Al acercarlo a la luz vió que estaba descargado, lo que no dejó de sorprenderle.
Hallábase, por tanto, la buena señora ajena enteramente a la presencia del hombre primitivo en su domicilio, cuando aquél se encargó de hacérsela notar en la forma más inconveniente que pudo verse jamás. Una noche, atravesando el corredor de la casa con una bujía en la mano, sintió que dos brazos peludos la agarraban por el cuello, y unas uñas infernales se le clavaban en el rostro.
Sobre una mesa de mármol brillaba entre humo espeso de tabaco, como una estrella detrás de niebla, la llama de una bujía que servía para dar lumbre a los cigarros.
¡Ah! ¡doña Catalina! ¡Ah! ¡don Francisco! A este punto, don Francisco y doña Catalina estaban á muy poca distancia el uno del otro, y se enviaban mutuamente al rostro la luz de la bujía y de la linterna.
Don Juan, la reina es mi hermana dijo profundamente doña Clara : ella en su alta posición y yo en la mía, al conoceros... oíd desde el principio, don Juan. Yo tenía una madre buena, amante, hermosa... venid... vais á conocer á mi madre. Doña Clara se levantó, tomó una bujía y precedió al joven. Pasaron por un aposento de vestir, y entraron en un dormitorio.
En la cocina no había sino una criada, que encendió una bujía y le acompañó hasta su habitación, dándole después las buenas noches. Al cerrar Delaberge las ventanas del cuarto, pensó que Rosalinda estaba muy cerca y que al día siguiente, si quería, podría indemnizarse de su desencanto de aquella tarde haciendo una visita a la señora Liénard. Esta idea volvió la serenidad a su espíritu.
Iré á despedirme de ella y achacaré mi viaje á un mandato paterno, á un negocio urgente. Desde allá podré ir poco á poco desengañándola, y tal vez la ausencia mitigue la aspereza del golpe. Ya que me vea precisado á herir, procuraré hacer el menor daño posible.» Tomada esta resolución, encendió una bujía y se aliñó los cabellos frente á un espejo.
La sangre de doña Ana circuló con fuerza, ardió, la dieron fuertes latidos las sienes y el corazón; se nublaron sus ojos... Era la hora de la cita; resonaron inmediatamente pasos en la calleja; doña Ana escuchó con toda su vida apoyada en el alféizar de la ventana que daba sobre el postigo; luego resonó una llave en aquel postigo; la alegría dió fuerzas á doña Ana; la esperanza valor; se retiró precipitadamente de la ventana; tomó la luz que había en la habitación, y entró en otra que era su dormitorio; de allí pasó á otra que era su cámara; allí encendió una linterna de resorte que tenía preparada, la cerró, la puso sobre una mesa, apagó la bujía y se quedó á obscuras esperando impaciente en medio de la cámara.
Por el resquicio vio que el recién llegado encendía un fósforo y después la bujía de un candelero; mas la luz sobraba, y ya, sin ella, había conocido a Artegui.
Creo conocerle. La otra noche estaba yo jugando al bridge con unos amigos, en el círculo, cuando, en la mesa inmediata, uno de los jugadores derribó la pantalla de su bujía al encender un cigarro y la prendió fuego. El que jugaba con él dijo entonces vivamente: ¡Cuidado! y yo me estremecí al oir esa palabra, pues reconocí la entonación y el acento del que la pronunció en el cuarto de Jenny Hawkins. Me volví prontamente y miré al que acababa de hablar.
Palabra del Dia
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