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Actualizado: 2 de junio de 2025


Raguet y Catalina se miraron pálidos de terror; la puerta se abrió... Ante la vacilante luz de la bujía vieron un demonio inmenso que se adelantaba lentamente sobre sus dos patazas, con los ojos fosforescentes de cólera... Era Cónsul, el mono chimpancé. Al apercibir los gritos de Catalina había sacudido con tal fuerza la puerta de su jaula, que había cedido... ¡Venía a socorrer a su ama!

Yo no puedo estrechar vuestra mano, yo no puedo serviros; yo no quiero hacerme cómplice de la ruina de España; á mi duque de Osuna me atengo... y si me desayudare el duque... me atenderé á mismo, que me basto y aun me sobro. Quede vuecencia con Dios. Esperad: no es por ahí, don Francisco dijo el duque tomando una bujía de sobre la mesa y yendo á una puertecilla.

En la pieza inmediata encontró el cocinero mayor su capa, su sombrero y sus armas. Púsoselos como pudo, y siguió al tío Manolillo, que no se había detenido. Cuando estuvieron en el piso bajo, el bufón dejó la bujía en el patio, entró en el obscuro zaguán y abrió la puerta. Montiño escapó con la misma rapidez y el mismo sobresalto con que escapa un pájaro á quien abren la jaula.

Ni lo uno ni lo otro, tía Liette respondió Carlos en un relámpago de orgullo. Liette no insistió, y después de rozar su mejilla con un beso maternal, se retiró sin decir una palabra. Pero la bujía temblaba en su mano y las gotas de cera caían a su paso, pesadas y cálidas como lágrimas.

¿Qué es esto? dijo el sargento tropezando en un objeto un candelero de plata con una bujía. Y una linterna de hierro. Las acaban de apagar. Cuando entramos había aquí una dama y un caballero. Dejad eso donde lo hemos encontrado y adelante. En palacio y en la inquisición, chitón. Siguieron adelante los soldados, atravesando lentamente la galería.

Pepita encendió una bujía y la fue acercando a cada uno para que le viésemos bien, mientras el señor de Anguita, que traía constantemente las manos atrás, separaba de vez en cuando la derecha para señalarnos los primores de ejecución que abundaban en casi todos.

Pasándose largas horas, bajo la escasa luz de la última bujía que duraba encendida, acabó el joven por familiarizarse con el raro caso de aquellas figuras que se movían y hasta hablaban... Vamos, yo os agradezco vuestros saludos les dijo, y os invito a que bajéis de vuestros cuadros, a tomar conmigo una copa de vino Oporto.

Si me lo probáis... pero no me lo podéis probar, no; ¿por qué me habéis dicho que os mataréis...? ¿por qué me habéis aterrado...? ¡Dios mío! Tengo no por qué, de una manera que me espanta, el alma desgarrada, ensangrentada, por lo que nunca había sentido: por los celos. ¡Celos vos de ! Venid conmigo dijo doña Clara tomando una bujía y encaminándose de nuevo á su dormitorio.

Sobre la mesilla hay una palmatoria con su bujía apagada, un reloj despertador, dos ó tres libros de cubierta amarilla, un par de guantes y un pañuelo de seda. El caballero que duerme en la cama del siglo XVII, duerme con la cara hacia la pared y no podemos decir otra cosa sino que es rubio y disfruta de abundante y riza cabellera.

Lo primero es prevenirse; me ha dicho que en aquel retrete hay armas, armémonos. Quevedo tomó una bujía de sobre la mesa y se dirigió á una puerta situada á un extremo de la cámara, la abrió y entró.

Palabra del Dia

rigoleto

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