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Actualizado: 16 de junio de 2025


Eran las doce. «Antes que Bringas me descubra decía poniéndose precipitadamente la mantilla , prefiero pasar por todo, prefiero rebajarme a pedir este favor a una...». Refugio vivía en la calle de Bordadores, frente a la plazoleta de San Ginés, en una casa de buena apariencia. Sorprendió a Rosalía el aspecto decente de la escalera.

El ciego tocó la tela, estrujándola entre sus dedos. «Lo que es al tacto, lana es, y muy señora lana». Y después de otra pausa, durante la cual ella no dijo nada, Bringas, azuzado por su ingénita suspicacia, añadió: Como no te la mudaras en el ratito que estuviste fuera... Me pareció haber sentido ruido y frotamiento de tela... ¡Jesús!... Oír es. Puede que .

Milagros le saludó de la manera más afectuosa, quejándose luego de su desgraciada suerte y de lo inexorable que Dios era con ella, no dándole más que penas sobre penas. Bringas la confortaba con razones cristianas, aunque le tenía cierta ojeriza, ya inveterada, por no haber recibido de ella el regalo de Pascua que creyera merecer cuando le compuso la arqueta de marfil.

Cada vez que sonaba la campanilla, parecíale que llegaba otra vez el dichoso hombre aquel con el antipático papelito... ¡Si Bringas se enteraba...! Pensando esto, su zozobra era verdadero terror, y empezó a discurrir el modo de salir del paso. Pocos días antes había tenido casi la mitad del dinero; pero confiada en que no la pasarían la cuenta, habíalo gastado en cosillas para los niños.

Pasó la noche sin suceso alguno notable; Bringas harto inquieto, con agudísimo dolor cefalálgico y en los ojos, Rosalía en vela, compartiendo su cuidado y vigilancia entre el marido ciego y la niña epiléptica, que fue acometida de pesadillas más alarmantes que las de ordinario, pues las escenas de aquella tarde la excitaron vivísimamente.

Dos o tres de ellos se han entretenido en cazar a nuestras inocentes vecinas; pero con muy mala fortuna. Los revolucionarios tienen mala puntería. ¡Pobres palomas!... En efecto dijo Bringas , yo he sentido tiros esta mañana. Pocas han caído. A me han regalado tres, gordísimas... Le digo a usted que esos infelices son la mejor gente del mundo.

No cantes victoria, no cantes victoria tan pronto indicó Rosalía, flechada súbitamente por un pensamiento triste en medio de su alegría . Hay que temer la recaída... A ser , yo no me quitaría la venda. ¿Qué es esto? dijo el médico, que entró sin anunciarse . ¿Jarana tenemos? ¿Qué correrías son esas, amigo Bringas? La venda... No hay que fiar todavía. Claro es que no conviene.

Después que volvió a insinuar su pretensión, no obteniendo de Rosalía sino frías negativas, dijo súbitamente: «A ver cómo nos arreglamos para ir juntas a baños. Yo siento mucho retrasarme, pero antes de principios de Agosto creo que no podrá ser. ¿No ha dicho el médico aún qué aguas va a tomar Bringas?

Bringas no podía notar la falta, y si por acaso la notaba al pasarle la mano por la cara, ella le diría cualquier cosa, le diría que... Que se los había quitado en señal de duelo. Doña Cándida le venía como de molde para la operación de crédito que proyectaba. Encontrola en el comedor, tan campante, tan despabilada, tan despierta como si no hubiera pasado una mala noche.

Si al fin aceptaba Bringas, se iría solo a su ínsula, y la desconsolada esposa se quedaría en Madrid con libertad de estrenar cuantos vestidos quisiera. Pero siendo lo más probable que el gran economista no aceptase, Rosalía se calentaba los sesos discurriendo la salida de su compromiso, y al fin halló una fórmula que, mucho antes de la ocasión de emplearla, revolvía y ensayaba en su mente.

Palabra del Dia

rigoleto

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