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Actualizado: 16 de junio de 2025
Rosalía participó de aquel sobresalto cuando le oyó decir: «¡Ay!, ¡amiga de mi alma, en qué conflicto me veo! Si usted no me saca en bien...». ¿Yo? dijo la Bringas apartándose, pues comprendió que se trataba de un problema monetario como el suyo . Precisamente viene usted a buena hora... Si usted supiera... Allá iba yo.
Muy gozosa pasó doña Cándida a ver a Bringas, el cual dijo que se sentía mejor, aunque muy débil de la cabeza. El médico le había examinado por la mañana y su pronóstico fue bastante favorable. Recobraría pronto la vista... y... Aun creía ver algo cuando se apartaba la venda... Lo que hacía falta era mucho reposo, paciencia y tomar con método y puntualidad las medicinas prescritas.
Pero antes de seguir, quiero quitar de esta relación el estorbo de mi personalidad, lo que lograré explicando en breves palabras el objeto de mi visita al Sr. de Bringas.
En una palabra, si Bringas opinaba que debían ir, ella cerraría los ojos y...
Al anochecer de aquel día, cuando Bringas sacó la arqueta, la dama tenía sus papeles preparados para hacerlos actuar convenientemente en caso de que el cominero abriese el doble fondo. Pero no lo abrió.
Al fin, tartamudeando, dijo al condenado hombre de la cuenta que ella pasaría a pagarla «mañana... no, al otro día; en fin, un día de estos». Por fortuna, Bringas no estaba en casa. Dos o tres días vivió Rosalía en grande incertidumbre.
Pero más tarde, después del regreso de Bringas y del largo párrafo que él y Pez echaron sobre las cosas políticas, Rosalía tuvo ocasión de cambiar con su amigo más de una palabra en la Saleta, secretamente, con lo que él puso punto a la visita y se retiró. Más bien triste que alegre estuvo la Pipaón toda aquella tarde y noche.
Todos traían cartas de recomendación de diferentes personajes caídos o por caer, levantados o por levantar, pidiendo con ellas, o bien alojamiento perpetuo, o bien prórroga para mudarse. La viuda de García Grande trájome una carga tan espantosa de tarjetas y cartas, que por no leerlas le permití que ocupara su cuarto todo el tiempo que quisiera. Yo sabía que Bringas deseaba salir inmediatamente.
No acertaba a comprender la causa de ello; pero era sin duda que su alma no había podido precaverse contra el alborozo expansivo de la capital, y lo había respirado como los pulmones respiran el aire en que los demás viven. «Ya no hay remedio dijo Bringas, sacando fuerzas de su extremado abatimiento . Ahora preparémonos. Que sea lo que Dios quiera. Resignación.
Fue preciso quitar muchas cosas para hacerle sitio. Refugio y Celestina, después de repetir su invitación a la de Bringas, se prepararon a tomarlo. Ambas se daban respectivamente el mismo tratamiento y se tuteaban con igual franqueza. Lo dicho, no se sabía cuál de las dos era la criada y cuál la señora, aunque realmente Celestina estaba un poco más derrotada que la otra.
Palabra del Dia
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