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Actualizado: 16 de junio de 2025


Finalmente, las flores las cosechó Bringas en el jardín de un libro ilustrado sobre el Lenguaje de las tales, que provenía de la biblioteca de doña Cándida.

Porque su pasión del lujo la había llevado insensiblemente a un terreno erizado de peligros, y tenía que ocultar las adquisiciones que hacía de continuo por los medios más contrarios a la tradición económica de Bringas. Tenía los cajones de la cómoda atestados de pedazos de tela, estos cortados, aquellos por cortar.

Estos consejos no tenían término, y si se tomara acta de ellos, ofrecerían un curioso registro enciclopédico de esta pasión mujeril que hace en el mundo más estragos que las revoluciones. Las dos hablaban en voz baja para que no se enterase Bringas, y era su cuchicheo rápido, ahogado, vehemente, a veces indicando indecisión y sobresalto, a veces el entusiasmo de una idea feliz.

«¡Diez mil reales! murmuró Rosalía mirando al suelo y contando las sílabas como si fueran monedas . Con la quinta parte tendría yo bastante». Diga usted; D. Francisco... indicó Milagros con animación, dando a entender que el bendito Bringas debía de tener ahorros. ¡Cállese usted por Dios! Si mi marido supiera... replicó la otra aterrorizada . Estas cosas le sacan de quicio. ¿Y Cándida?...

Una vez posesionados del cuerpo de Occidente, hemos de ser tontos si no damos con la casa de Bringas. Yo no vuelvo más aquí sin un buen plano, brújula... y provisiones de boca».

Después de sacar el dinero del gasto cuotidiano, quedábase Bringas un rato con la arqueta sobre las rodillas; y levantando un falso fondo que el mueblecillo tenía, sacaba una vieja y sobada cartera, entre cuyos dobleces iban apareciendo algunos billetes del Banco.

Están muy buenos... exclamó Bringas agitando el sombrero de paja, como si fuera a dar un viva . Si los baños del Manzanares son los mejores del mundo... Mira qué colores ha echado la niña. Alfonsito parece un roble... Cada vez me río más de los tontos que se van fuera... Y no creas, anoche he estado pensando en eso... Digan lo que quieran, siempre hay gastos.

Su primera visita fue para Bringas, de cuya enfermedad había tenido noticia en los baños, y le animó mucho y se brindó a acompañarle por mañana, tarde y noche, dedicándole todo el tiempo que sus quehaceres le dejaban libre. Cumplió esto al pie de la letra, y su presencia en la casa llegó a ser tan reglamentaria, que cuando no iba parecía que faltaba algo.

Tenía Bringas su taller en el enorme hueco de una ventana que daba al Campo del Moro... Porque la familia vivía en Palacio en una de las habitaciones del piso segundo que sirven de albergue a los empleados de la Casa Real.

Cuanto en su alma había de recto y pudoroso, así lo ingénito como lo educado por Bringas en tantos años de intachable vida conyugal, se sublevó y se puso en guardia. Pez resultaba ser un muchacho casquivano en aquella hora crítica; transfigurose en un romántico de los que se decoran con desesperación, y se engalanan con un bonito anhelo de morirse.

Palabra del Dia

rigoleto

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