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Actualizado: 9 de junio de 2025
Hablaban de subir a la cubierta de los botes, cuando una voz los detuvo sonando a sus espaldas. «Nélida... Nélida...» Ahora era la madre la que salía a su encuentro para hacerla varias recomendaciones sin importancia. Y sin saber cómo, se vio Ojeda otra vez formando parte de la familia Kasper bajo las miradas protectoras de la mestiza. Se apoyaron en una barandilla frente al mar.
El comandante Iriartea y el jefe de escuadra, Cisneros se embarcaron en los botes de la oficialidad inglesa; y habiendo instado a mi amo para que entrase también en ellos, éste se negó resueltamente, diciendo que deseaba ser el último en abandonar el Trinidad.
Como D. Zacarías él también ahuchaba doblones de oro en botes de hoja de lata y los escondía en el desván. Nada tendría de extraño que aquellos bandidos se tomasen la molestia de andar un poco más para recogerlos. Antes que esto acaeciese, D. Félix estaba resuelto á defenderse hasta quemar el último cartucho. En este caso, duraría el fuego lo menos quince días.
Mina Eichelberger, la mujer del director de orquesta, murmuraba estas palabras con el mentón apoyado en el pecho y la mirada fija en Fernando, de pie junto a ella. Hablaban en la cubierta de los botes, bajo la sombra movediza de un toldo de lona que dejaba avanzar una faja de sol o la repelía, siguiendo el balanceo del buque, largo, suave, apenas perceptible.
Centenares de ojos estaban fijos en el mar, espiando las ondulaciones de su superficie, creyendo ver el remate de un periscopio en todos los objetos, maderas, hierbas ó botes de lata que pasaban á flor de agua. Los oficiales del batallón de tiradores habían ido á la proa y la popa para mantener la disciplina de su gente.
Para saber lo que es Lóndres ese mar de casas, de humeantes chimeneas, de torres y fábricas, de parques y jardines, de coches, carros y almacenes, de moles gigantescas salpicadas de niebla, por cuyo centro se desliza el Támesis, cubierto de navíos y botes como un largo arrecife de millares y millares de rocas multiformes; para comprender la grandeza de ese mar artificial, repito, es preciso subir á las cúpulas de San Pablo ó del «Coliseo» y hundir la mirada, pasmado de admiracion, entre Dios y el hombre, el cielo y la tierra, el horizonte y la pequeñez del balcon que sirve de mirador.
Si no confesábades, ¿era por vuestro ánimo o por las bebidas que os daba? Gracias a mis botes. Y si no temiera que me habían de oír en la calle, yo dijera lo de cuando entré por la chimenea y os saqué por el tejado." Más dijera, según se había encolerizado, si con los golpes que daba no se le desensartara un rosario de muelas de difuntos que tenía.
Sólo a trechos veíanse algunos ladrillos y cascotes de los derribos; lo demás estaba construido con los materiales más heterogéneos, viéndose empotrados en la argamasa, a guisa de ladrillos, botes de conserva, latas de petróleo, cafeteras, orinales, hormas de zapatos, y junto con estos despojos, tibores rotos de porcelana, columnillas de alabastro, trozos de estatuas, todo al azar, según el desorden de la recogida diaria en Madrid.
Ya se pasa delante de una graciosa villa ó aldea, situada sobre la orilla misma del rio, al pié de una alta colina rocallosa coronada por un castillo, ó medio enclavada en el fondo de alguna garganta profunda y bajo la sombra de algun pequeño bosque de oscura tinta; ya se ve un pequeño pueblo medio empinado sobre una falda y literalmente rodeado de sarmientos, como un alegre Baco; ya en fin, se encuentra un enjambre de vapores y botes remolcados y de grandes balsas de maderas, que le dan al rio el aspecto mas pintoresco y variado.
Después de éstos vacunarán a los de popa: gente menos limpia y presentable que «los latinos», con largas melenas y gabanes de piel de carnero. Arriba estaremos mejor. Y subieron a lo más alto del buque, a la cubierta de los botes, buscando la sombra de un toldo y dos sillones libres para descansar en la soledad azul impregnada de luz.
Palabra del Dia
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