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Actualizado: 9 de junio de 2025


La escandalosa de mesana, como si obedeciese a su voz, cayó. La barca siguió acercándose cada vez con más pausa. El viento no conseguía henchir las velas bajas: la cangreja pendía del palo lacia y desmayada como un vestido de baile usado. Pronto quedaron aferradas aquéllas y arriada ésta, y el barco comenzó a caminar con sosiego desesperante remolcado por los dos botes.

En aquellos corazones femeninos de cinco a diez años quedó grabado para no borrarse jamás un sentimiento de gratitud hacia el heroico mancebo. Otra vez, años adelante, un día de San Juan, Gonzalo cedió a ella y su familia la balandra para pasearse por el mar, pues los botes y lanchas escaseaban en tal ocasión. Mas ninguna de estas circunstancias engendró el trato entre ellos.

Sobre la cubierta de paseo, la de los botes, en la que estamos ahora; y más por encima, esta toldilla que sirve de techumbre a los camarotes del alto personal del buque y tiene en la parte delantera el puente, con su cuarto de derrota para el oficial de guardia y su depósito de cartas de navegación.

Los marineros habían desamarrado dos botes y empezaban á descenderlos, cuando ocurrió algo repentino, brutal, con la rapidez anonadadora de los cataclismos de la Naturaleza. Sonó una explosión inmensa, como si el mundo se abriese en pedazos, y Ferragut sintió que el piso se escapaba de sus pies. Miró en torno de él.

Bajo su sombrajo, sobre una mesita, tenía varios botes de cristal con azucarillos y otros dulces, ennegrecidos y acartonados por el tiempo.

Hay, pues, mucha gente que prefiere tripular los botes y canoas navegando sin rumbo prefijado y deteniéndose donde bien les place el tiempo que tienen por conveniente. El amor a la naturaleza y el deseo de conocer las rudas faenas de la mar les arrastra a despojarse de la levita y a empuñar los remos con las manos cubiertas de sortijas.

Después de una larga discusión en que se oyeron varias opiniones respecto á las mareas, circunstancia muy de tener en cuenta antes de embarcarse en Pagbilao, se convino en que saliendo á la madrugada, encontraríamos agua bastante para el calado de nuestros botes, en el seno y bajo de Talusan.

Los Chiquitos, habiendo caminado por los Zamucos, hacia donde se juzga caer este río, nunca pudieron dar con él. Los que entraron por la boca del Pilcomayo iban en un barco y algunos botes: caminaron por dicho río, siempre á diversos rumbos, por las repetidas vueltas con que corre: al principio hallaron algunos rastros de indios, pero no los vieron.

¡Si cree esa ilusa que voy a perder el tiempo cerca de ella como un enamorado romántico!... «Boca, ; cabina, no...» ¡Que vaya al diablo si no quiere pasar de eso!... De no se burla ya nadie a bordo... Bastante he dado que reír. A la mañana siguiente se encontraron otra vez en la cubierta de los botes, pero su entrevista no fue de mejores resultados. Mina lloró.

Las olas invadían ya la parte delantera del buque, llevándose los objetos rotos por la explosión y los cadáveres despedazados. Los tripulantes echaban los botes al agua. Los oficiales, ayudados por algunos pasajeros, todos con su revólver en la diestra, iban reglamentando el embarco de la gente.

Palabra del Dia

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