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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Os aseguro, don Francisco dijo el rey bostezando de nuevo y haciendo la señal de la cruz sobre el bostezo , que estoy pasando una mala noche. No la paso yo mejor dijo Quevedo. Vos os divertís; yo me fastidio. Pues os doy la diversión por dos blancas. Os juro que no puedo dormir. Y yo os afirmo, señor, que no puedo acostarme. Yo os había llamado para algo. Yo creía que para algo era venido.

Míster Robert llevaba los libros, trataba con los clientes, discutía transacciones; era el poder legislativo y ejecutivo del escritorio. El otro tenía sólo los honores de pantalla: llegaba después de las doce, siempre soñoliento; oía bostezando la relación que, por mera fórmula, hacía el inglés, plantado en su alto sitial; recorría los periódicos, mientras venían los amigos...

Reíase del flamante doctor, aunque con secreta envidia. Todavía no había alcanzado él la suspirada borla, pero se consolaba, porque él tenía también su corredor. Pasaba el tiempo. Míster Robert escribía imperturbable, abstraído en su tarea, como si estuviera solo. Quilito tiró el cigarro y se acostó en el sofá, bostezando.

Los castellanos son un pueblo ahogado entre ondas interminables de cereales. Allí la naturaleza vive sin sonreir, y el hombre vegeta durmiendo ú bostezando. La riqueza de ese pais, esencialmente agrícola, es inapreciable. Solo le faltan los medios y la libertad para dar salida á sus productos y regenerarse por el cambio. El dia que los obtenga, la Vieja Castilla podrá ser un emporio.

Cuando nacían con los oídos del espíritu cerrados a cal y canto para las voces de la belleza, pasaban la existencia en los bosques inmediatos a Madrid, persiguiendo, escopeta en mano, a las reses cornudas y bostezando de fastidio en los descansos de la caza, mientras las reinas se alejaban cogidas del brazo de algún guardia de corps.

Esta palabra pareció contrariarla; retiró bruscamente su mano, y volviéndose hacia Mervyn que bostezando se secaba al sol, púsose á acariciarlo: ¡Oh! tonto, gran tonto dijo. ¡Qué bestia eres! En tanto, manaba yo agua sobre la hierba como una regadera, y no sabía qué hacer de mi individuo, cuando la joven volviéndose á , me dijo con bondad: Señor Máximo tome la barca y márchese pronto.

Esto no lo conoció Silvestre mientras estudiaba; pero durante el primer año de su orfandad, bostezando, panza arriba, dondequiera que hallaba un palmo de sombra; enfermedad que le hizo recurrir al Nebrija como á un camarada antiguo. Repasando declinados y echándose oraciones á mismo, tuvo que hojear el Tesauro de Requejo y el Calepino, para traducir los ejercicios de Orodea.

Cuando al dar los primeros rayos del sol á la portezuela del coche, se habrá dispertado, y bostezando, y desperezándose habrá echado una ojeada sobre el pais, que no se parece ya á lo que era el de anoche, cruzando y arreglando las piernas con el caballero de enfrente, habrá trabado quizas la siguiente conversacion. V. conoce el pais este? Un poco. El pueblo aquel cómo se llama?

Pues qué, ¿te juzgarás acaso resarcido del dinero que has dado por una butaca en el teatro después de haber pasado la noche quizá bostezando, y no te considerarás pagado del que regalaste a esos niños, gozando una hora de felicidad? Bien, pero V. es otra cosa: yo lo acabo de hacer por casualidad, mientras que V. lo tiene por costumbre. ¡Mejor que mejor!

No pensaba en semejante cosa el tuerto Bermúdez, que le escuchaba sin pestañear y bostezando a ratos; y eso que podía jurar que lo de las artimañas y las componendas con las clases inferiores, iba con él porque era rico y del solar de Peleches, y vivía en Sevilla, y tenía negocios y amigos de muchas castas en varias partes, incluso Villavieja; sabía también que los Vélez de la Costanilla le detestaban con cuanto le pertenecía, y que si venían a visitarle entonces era sólo por darse lustre y venderle la fineza; sabía además que el resoplado Vélez, con todos aquellos pujos de idealismo aristocrático, era, so capa, el mayor y más funesto intrigante que había en Villavieja, con excepción del otro, de Carreño, el de la Campada, que allá salía con él en intrigas y en agallas; y sabía, por último, que era relativamente pobre y pobre vanidoso, vivía retraído y envidioso y maldiciente, lo mismo que sus hijos e igual que todos sus fidalgos progenitores.

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