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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Don Pompeyo rompió bruscamente sus relaciones con todos aquellos «espíritus frívolos» y no volvió a poner los pies en el Casino. Tomó esta resolución el día de Navidad, cuando supo que por Vetusta se corría que él, don Pompeyo Guimarán, el hombre que más respetaba todos los cultos, sin creer en ninguno, había profanado la catedral oyendo borracho la Misa del gallo.

Estaba segura de que su padre cedería si Romadonga sabía hablarle con diplomacia. Dio un salto el viejo elegante cuando Concha le propuso una entrevista con el sillero. Sin embargo, le convenció de que su padre era un bendito y, no estando borracho, incapaz de entregarse a ninguna violencia de palabra y mucho menos de obra.

El maestro, a quien la escena había conmovido algún tanto, inclinado sobre ella, le dijo lo que usted o yo podíamos haber dicho después de oír teorías tan poco naturales en boca infantil; pero, recordando sin duda mejor que usted o yo lo poco naturales que eran también su andrajosa indumentaria, sus sangrientos pies y la omnipresente sombra de su borracho padre.

Batiste le miraba con asombro y al mismo tiempo sentía un vago deseo de irse. Comenzaba á caer la tarde; en la plazoleta subían de tono las voces; se iniciaba el escándalo de todas las noches de domingo. Además, Pimentó le miraba con demasiada frecuencia, con sus ojos molestos y extraños de borracho firme.

eres Sherlock Holmes...» Una manía de borracho que a última hora se apoderó de . Y luego empecé a aporrear la puerta vecina, la del misterio, pugnando por abrirla. Se me había metido en la cabeza que el amigo Holmes llevaba oculta en este camarote a una princesa rusa que viaja de incógnito y va a casarse con un jefe de tribu del Gran Chaco. Fantasías del alcohol, querido Ojeda.

En una me decía que la Shele se había casado, o, mejor dicho, la había casado mi madre con el hijo de Machín, un mozo estúpido y borracho, a cuyo padre habían tenido que dar dinero y tierras para permitir que su hijo se casara con la Shele, que estaba embarazada. En la segunda me decía el amigo que la Shele acababa de morir de sobreparto en el caserío de Machín.

Sus cuentos no se diferenciaban gran cosa de las historias que él tenía por verdaderas. Pero entre ellos había uno a quien él daba infinitas variantes. El asunto se reducía a un marinero, buena persona, aunque un poco borracho, que se encontraba con un viejo mendigo zarrapastroso y sucio.

¿Qué quieren ustedes? preguntó duramente al de más edad, porque ya se sabe el odio que la raza monacal tiene al resto del clero. Oír a ese cristiano que nos ha enviado a llamar respondió gravemente el sacerdote. ¡Es imposible! ¡Por Santiago! Ha despedido al reverendo padre Pablo tratándole como a un arriero borracho. Es decir, ¡que nosotros mentimos, perro maldito! exclamó el sacerdote más joven.

Esto lo dijo bastante alto para que lo oyese el sereno, que daba vuelta a la esquina. El borracho sintió en los ojos la claridad viva y desvergonzada de un ángulo de luz que brotaba de la linterna de Pepe, su buen amigo. El sereno, aquel Pepe, conoció a don Santos y se acercó sin acelerar el paso.

Durante un mes mi cerebro trabajó como no había trabajado durante todos los días, de mi vida, reunidos, y de noche las paredes desnudas de mi modesto cuarto de conventillo me veían caer como borracho sobre mi cama, abrumado bajo el peso de las sensaciones de cada día.

Palabra del Dia

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