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La cólera le hacía olvidar todo lo que sabía de español, y lanzaba blasfemias en italiano, aludiendo á la Virgen y á la mayor parte de los habitantes del cielo. Además, pedía á los que intentaban separarlos que le dejasen comerse tranquilamente los hígados de su rival.

Y descomponiéndose de pronto comenzó a vociferar bárbaramente, a proferir blasfemias y amenazas que hacían retemblar la casa. Concha corrió a refugiarse en su cuarto. Romadonga trató de calmarle; pero viendo que eran inútiles sus esfuerzos y que la vecindad se estaba enterando, tomó el sombrero y se fue.

Detrás de unas tablas, que dejaban pasar las blasfemias y el ruido del dinero, estudiaba en las noches de invierno interminables el hijo del cura, como le llamaban cínicamente los obreros, delante de su madre, no en presencia de Fermín, que había probado a muchos que el estudio no le había debilitado los brazos.

Las instrucciones y ordenanzas de los capitanes generales hacían obligatorio lo último para los hombres de mar y guerra, encomendándoles fueran abordo en estado de gracia, pues que habían de ir en peligro de muerte; prohibiendo durante el viaje pecados públicos, blasfemias, juegos demasiados, hacer ni decir cosa contra el servicio y honra de Dios ó el Rey .

Además, no cesaban de proferir unas blasfemias tan horrendas que los cabellos de los inocentes campesinos se erizaban de terror. Sobre todo las mujeres sentían indignación tan profunda que sin temor la dejaban estallar en su presencia. Pero esto les hacía reir y no les corregía. Poco á poco aquellos mineros enseñaron su oficio á los zagales de Carrio y Canzana.

Juan de Jesús María había «dicho proposiciones heréticas y blasfemias, en particular que estaba tres veces confirmado en gracia, una por los pecados mortales, otra por los veniales y otra por las imperfecciones; dijo que lo bautizó la Santísima Trinidad, y que el Angel de su Guarda era Nuestra Señora: que no tenía necesidad de la intercesión de los Santos ni de las imágenes que eran añagazas: que Nuestro Señor le había concedido un Jubileo como á San Francisco: que todas las personas que le dieran limosnas para entrar dos hijas monjas no se habían de condenar: dijo, que mientras más veces comía y bebía se sentía más bien para la oración; que con los abrazos comunicaba á las mujeres el Espíritu y amor de Dios, y así las abrazaba y besaba diciendo que de él no se pegaba nada de la comunicación de las mujeres, porque estaba en el estado de la inocencia, y que no tenía nada de la carne de Adán, etc., etc.,» probándosele también que hacía creer á muchos que sacaba almas del Purgatorio, que había subido al cielo nada menos y que allí lo habían bautizado; que tenía éxtasis y que durante mucho tiempo no habían sido otros sus propósitos que hacerse pasar por ser santo digno de ser venerado en los altares.

A sus oídos llegaban, entre el confuso vocerío, algunas blasfemias que le estremecían. De pronto se abre con violencia la puerta y sale precipitadamente una masa negra, disparada por unas manos que cierran de nuevo al instante. El P. Gil reconoció en aquella masa negra a un clérigo. Se aproximó solícito y vio que era el P. Norberto, con manteos y sin sombrero.

Y se puso a dar vueltas como un tigre por la estancia, vomitando injurias y blasfemias. Al cabo de un rato se detuvo delante de su hija, y le preguntó, más con la vista que con las palabras, algo. La joven bajó la cabeza ruborizada e hizo un signo negativo. Bien... De todos modos, has perdido la honra en la población. Es menester que ese infame no se ría de ti... ¿Estamos?

Por el estudio de la Historia Eclesiástica mas limada se echa de ver, que quantas blasfemias, y sátiras trae contra la Religion Christiana, son antiguos errores combatidos de los Padres, y olvidados de los fieles.

Detrás de Narcisa se arrastraba Andrés «a cuatro patas», sobre un charco de vino hediondo, luchando por levantarse, en un pataleo intercalado de blasfemias y amenazas. Después llegaba Julio, amortajado, andando sin pasos ni ruidos, como un ánima en pena; abría desmesuradamente los ojos, con expresión satánica, y lanzaba unas desatinadas imploraciones.