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Actualizado: 13 de junio de 2025
¿Quién...? ¿él? ¡Estaban frescos! Allí no se daban más copas. Le desacreditaban el establecimiento con sus feas palabras; los guardias le tomarían ojeriza por consentir en su casa tales blasfemias contra la excelentísima corporación, y además esto era lo principal , conocía de antiguo a aquellos parroquianos, que, cuando se alumbraban de veras, costaba un disgusto sacarles el dinero.
Los niños escucharán más blasfemias, sufrirán más golpes. Yo me río de esa prosperidad y la maldigo. ¿Qué me importa que traigáis un puñado más de oro si con él llega el vicio, el crimen y la enfermedad?
Aquí no era ya la agonía de la Piel de zapa de Balzac, sino la magistralmente descrita en el Frollo de Víctor Hugo, con la diferencia de que en aquella había blasfemias, y en la nuestra recuerdos y oraciones. La aguja del reloj marcó las nueve y media.... Las diez menos veinte.
Defensores de la fornicación, varios bígamos, judaizantes arrepentidos, falsos sacerdotes, un pordiosero que se hacía pasar en las aldeas por comisario del Santo Oficio y algunos gañanes que habían proferido blasfemias y juramentos, eran condenados a la pena de azotes, a prisión, a galeras.
Me dan muchos disgustos los pecadores. Maltrana le aconsejó la calma. ¿Cree usted que puedo permanecer tranquilo? gritó el señor Vicente exaltándose . Mi sangre se requema cuando oigo que en mi presencia cualquier bárbaro insulta a Dios con sucios juramentos. Es lo mismo que si me diesen un balazo en medio del pecho. Prefiero que me maten, sí señor, que me maten, antes que oír tales blasfemias.
Una podadera le había abierto el cráneo, rompiendo los huesos. Los brutos parecían satisfechos de su obra. Mialo decía uno de ellos. ¡El aprendiz de burgués! Se muere como un pollo... Ya vendrán luego los maestros. Juanón prorrumpió en blasfemias. ¿Esto era todo lo que sabían hacer? ¡Cobardes!
Y las llamo sandeces, por no calificarlas de blasfemias. ¿Qué moralidad, qué hidalguía, qué virtud puede haber donde faltan la religión y las creencias, que son su fundamento? Sin el santo temor de Dios toda virtud es mentira y toda acción moral es un artificio del diablo para engañar á los bobos que presumen de discretos y que no subordinan su juicio á los que saben más que ellos.
Niñas de catorce años, con rostro de ángel, oían sin turbarse blasfemias y obscenidades que a veces las hacían reír como locas. Todos eran jóvenes. El trabajador viejo no tiene esa alegría. Entre los hombres acaso ninguno había de treinta años. El obrero pronto se hace taciturno, pronto pierde la alegría expansiva, sin causa. Hay pocos viejos verdes entre los proletarios.
Y en efecto, apenas llegados los novios y sus acompañantes al campo de la iglesia estalló la lucha terrible, sangrienta, como jamás se viera ni pensara verse en aquel pacífico valle. La muchedumbre se arremolinaba, las mujeres exhalaban lamentos desgarradores, se oían tiros, imprecaciones, blasfemias horrendas.
Conjeturo que no, al leer todas las irrespetuosas blasfemias de que se valían entonces para elogiar á las damas á quienes servían, ó para adular á los poderosos. Antón de Montoro, por ejemplo, dice á la reina Católica: Alta reina soberana, Si antes nasciérades vos Que la hija de Santa Ana, En vos el hijo de Dios Recibiera carne humana.
Palabra del Dia
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