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Actualizado: 9 de junio de 2025


Cuando creyó tenerla blanda, le hizo presente con grandes perífrasis que él, como párroco coadjutor, tenía el deber de velar por la honra de todas sus feligresas; que la de ella andaba en boca de la gente hacía unos días, y que esto le pesaba en el alma por el particular cariño que la profesaba. Le pesaba tanto más, cuanto estaba seguro de que no había dado motivo alguno para ello.

-Así es verdad -replicó don Quijote-, por lo cual los no de principios nobles deben acompañar la gravedad del cargo que ejercitan con una blanda suavidad que, guiada por la prudencia, los libre de la murmuración maliciosa, de quien no hay estado que se escape.

Concluída la cena, hubo para cada huésped una cama, no muy blanda, pero muy limpia, y la mejor para don Simón. En buena justicia, ¿qué más había de pedir éste al hidalgo, sin ser un grosero? Acostóse, pues, sin saber lo que deseaba; durmióse al cabo... y amaneció el nuevo día, tan frío, tan lluvioso y tan desagradable como el anterior.

Doña Agustina estaba tan satisfecha de aquella inusitada distinción y tan agradecida y sumisa a doña Inés, que sin dificultad recibiera en su corazón, como la blanda cera recibe el sello, el nombre, la imagen y el afecto de la persona que doña Inés quisiese grabar en él.

Era una cosa blanda que se retorcía lanzando ahogados chillidos, aprisionada por la arena y el arco de puente que formaban sus zapatos entre la planta y el tacón. Se inclinó hasta tocar el suelo y, levantando el pie, extrajo aquella cosa animada de su dolorosa esclavitud. Vió que eran dos hombrecillos sobre los que había puesto su pie sin saberlo.

Es de los mejores que salieron de manos de Velázquez: de tamaño natural hasta cerca de la rodilla, dibujado con seguridad admirable, construida la cabeza de suerte que se adivina la estructura ósea bajo la piel blanda y carnosa, y ejecutado libremente, en unos sitios con cuerpo de color, apenas cubierto el lienzo donde no es preciso, buscando ante todo el carácter, el alma de la forma; como regalo de un artista a otro; hecho sin miedo a que el vulgo no lo entienda y con certeza de que el interesado ha de apreciar todo su mérito.

Por allí, sin que lo supiese Adela tampoco, aunque lo sabía Pedro, andaban lentamente, con las dos niñas menores, Sol y doña Andrea: doña Andrea, que desde que el colegio le devolvió a su Sol y podía a su sabor recrear los ojos, con cierto pesar de verle el alma un poco blanda y perezosa, en aquella niña suya de «cutis tan trasparente decía ella como una nube que vi una vez, en París, en un medio punto de Murillo», andaba siempre hablando consigo en voz baja, como si rezase; y otras regañaba por todo, ella que no regañaba antes jamás, pues lo que quería en realidad, sin atreverse, era regañar a Sol, de quien se encendía en celos y en miedos, cada vez que oía preparativos de fiesta o de paseo, que por cierto no eran muchos, pero sobrados ya para que temiese con justicia doña Andrea por su tesoro.

Vén: la cena preparada está ya; la blanda almohada al reposo te convida; pero ¡ay de desdichada, en penas siempre anegada! ¿por qué has tardado, mi vida? Y de nuevo le besó de amor trasportada, hambrienta; y cuando de él se apartó, cuando de improviso vió su vestidura sangrienta, desatentada exclamó: ¡Ay de ! ¡vienes herido! ¿Quién tu valor ha rendido? ¿qué terrible sangre es ésta?

Con otros pescadores vino Shumarkoff a llevarse los colmillos, de tres varas de largo. Y los perros hambrientos le comieron la carne, que estaba fresca todavía, y blanda como carne nueva: de noche, en la oscuridad, de cien perros a la vez se oía el roer de los dientes, el gruñido de gusto, el ruido de las lenguas.

Tenía más de los Vargas que de los Esteven, aunque nada de su madre, Gregoria, la excepción de la familia; aquella dulzura de carácter le venía de su tía Casilda, y era más blanda que ella todavía, más sumisa, más dócil, quizá porque las contrariedades de la vida no habían llegado a agriarla, y del tío Pablo Aquiles esa debilidad que parece ser patrimonio de la bondad, generalmente, y por eso dicen que los buenos son los tontos.

Palabra del Dia

rigoleto

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