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Actualizado: 4 de julio de 2025


Los documentos de que se ha formado esta historia dicen que eran de becerro mate con caña de paño negro cruzada de graciosos pespuntes. «Me han costado tres duros pensó Isidora en los últimos peldaños . Con siete del vestido son diez; seis que di a doña Laura a cuenta, son dieciséis. Aún me queda para vestir a Mariano y ponerlo en la escuela. Después el tío me mandará más, y después...».

25 Y su hijo mayor estaba en el campo; el cual cuando vino, y llegó cerca de casa, oyó la sinfonía y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Y él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha matado el becerro grueso, por haberle recibido salvo. 28 Entonces se enojó, y no quería entrar.

Escribía clásicamente, leía novelas, era muy apasionado de las cosas aristocráticas, se sabía de memoria el Becerro, y tenía en la punta de la uña todos los linajes de España. Juzgue usted si ese santo varón era que ni pintado para sostener un bromazo que Tomás Rufete quiso dar a sus hijos. Esas historias, señor Nones dijo Isidora aparentando una firmeza que no tenía , nada me prueban.

Dicen que es un bruto; pero lo cierto es que hace ruido y nos sirve bien, pues me cuesta un ojo de la cara cada párrafo de aquéllos que sublevan la multitud y ponen al pueblo encendido... ¡Y hay otros tan reacios, don Elías...! Anteanoche subió á la tribuna uno que suele venir ahí con el barbero Calleja: ¡qué voz de becerro tenía!

Para el desastre hay que oponer el alma; a la indigencia abrir nuestro tesoro, y ahora que alumbra, en calma, el sol, los restos de aquel toro de oro que adoraba el taaleño como Israel el becerro en los vastos desiertos, lloremos por los muertos, por el hombre, el águila y el perro. También lloró el volcán.

Pero lo que hacía verdaderamente peregrino y estrafalario el atavío es que en la cabeza traía un bonete viejo y grasiento. El P. Gil quedó asombrado de aquella figura, y más asombrado, cuando advirtió la ocupación a que el párroco se entregaba. Estaba, con una rodilla hincada en tierra, desollando un becerro. Le ayudaba en la operación el criado.

Formábanlo dos anchos murallones de cartón, forrados en piel de becerro jaspeado, y en la fachada, que era también de cuero, se veía un ancho cartel con doradas letras, que decían al mundo y á la posteridad el nombre y significación de aquel gran monumento. Por dentro era un laberinto tan maravilloso, que ni el mismo de Creta se le igualara.

Al mismo tiempo hizo ademán de despojarse del abrigo. Veinte manos cayeron sobre él para ayudarle y esto retrasó un poco la operación. Representóse en la tertulia de Calderón la escena de los israelitas en el desierto que más se ha repetido en el mundo, la adoración del becerro de oro.

Sus chistes brutales, lo mismo caían sobre los hombres que sobre las señoras. Gozaba en la ostentación bárbara de su fuerza. Si aquellos sus devotos admiradores se dejaban humillar tan pacientemente no dándoles nada, ¿qué no sucedería si repartiese entre ellos sus millones, si el becerro de oro comenzase a vomitar monedas?

Cuando el Comendador, al volver un día de Villabermeja, trajo esta noticia, fué Lucía la primera persona á quien se lo comunicó. Calle V., tío exclamó la muchacha; de seguro que el niño de D. Casimiro será un escomendrijo; parecerá un gazapillo desollado. No, sobrina contestó el Comendador; el recién nacido Solís es fuerte como un becerro. Así era la verdad, según hemos sabido después.

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