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Ninguna persona inteligente cree en Dios. Yo he conocido personas inteligentes que me decían: «Ninguna persona inteligente cree en la repúblicaPues los cristianos primitivos dijo el señor De Obeso, rebajando el tono y batiéndose en retirada eran republicanos. Eran más; eran anarquistas.

«Y es que el músculo pensaba Mina no lo es todo; vale más la energía interior y misteriosa, que sólo poseen los héroesSu Lionel, indudablemente, era á modo de una batería eléctrica, que en ciertos momentos de excitación podía desenvolver una fuerza inmensa. Ella le había visto batiéndose con ocho á la vez, y sabía hasta dónde era capaz de llegar. ¡Oh, Lionel!... ¡Mi hércules adorado!

Ese hombre, Mesía; Ana... ¿qué pasó con ese hombre?... Ana recogió sus fuerzas, atendió a la realidad, a lo que le preguntaban, con intensidad, luchando con el confesor, batiéndose por su interés que era ocultar lo más hondo de su pensamiento. «Al fin aquello no era el confesonario; además, era caridad mentir, callar a lo menos lo peor».

Ahora se veía á los pies de una duquesa diciéndole con voz temblorosa frases apasionadas y candentes que ella escuchaba arrobada y suspensa; ahora se encontraba batiéndose á espada con un joven coronel en mitad de un bosque, con dos amigos vestidos de negro al lado; ahora asistía á la caza de un jabalí cabalgando á la par de una hermosa y egregia dama, á quien salvaba la vida por un acto de valor heroico; ahora, en fin, resolvía suicidarse escribiendo antes una larga carta de despedida cuajada de frases elocuentes y tildes psicológicas, nada claras para el que no estuviese iniciado en el lenguaje cortesano, á la señora de su mejor amigo, de quien había tenido la desgracia de enamorarse perdidamente.

Alicia, al ver que, loco de celos, realizaba un acto absurdo para muchos batiéndose por ella, se sentía indudablemente halagada en su vanidad y le miraba con nuevo interés. «¡Las mujeres! pensó Lubimoff . Hay que conocerlas. Su admiración va instintivamente hacia el fuerte. Nada hay como una brutalidad oportuna para conquistar su afecto.

Había que hacerla federal o matarla; era preciso proclamar los cantones. Y otra vez Fermín, con el fusil al hombro, batiéndose en Sevilla, en Cádiz y en la montaña por cosas que no entendía, pero que debían ser verdades tan claras como el sol, ya que Salvatierra las proclamaba. De esta segunda aventura salió peor librado.

Canelo iba delante de él, loco de inquietud, olfateando en el suelo y en el aire, batiéndose los ijares con el rabo y con medio palmo de lengua fuera de la boca cuando no latía. Chorcos no estaba menos sobreexcitado que el sabueso, y seguía a Chisco pisándole casi los tarugos traseros de sus abarcas.

Entre el hormiguero de pequeños crustáceos que se movían en el fondo arenoso, cazando, comiendo ó batiéndose con feroz enredijo de patas, buscaban los observadores á un ser bizarro y extravagante, el paguro, apodado Bernardo el Eremita. Era una caracola que avanzaba recta como una torre sobre unas patas de cangrejo, teniendo por corona la cabellera de una anémona de mar.

La casa era invadida; pero no como la invadían nuestros caballeros del siglo anterior, espada en mano, batiéndose con una turba de criados y dos docenas de alguaciles, sino astuta y solapadamente, engañando á las familias, abusando de la confianza ó encubriéndose con un disfraz ingenioso y á veces grosero.

Lo peor es que la característica también le pide otra frase para adornar un mutis que, bien aderezado, puede ser de gran lucimiento para ella; y que el galán afirma que tal ó cual escena es empachosamente larga, y conviene á todo trance aligerarla; y que el actor cómico se lamenta de que su papel es corto, y hay en él pocos chistes... Batiéndose en retirada, el autor infeliz promete á todos lo mismo: Yo lo pensaré, yo lo estudiaré... Desde luego, lo que usted indica me parece muy bien.