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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Yo la requerí de amores allá en la calle de los Apóstoles y le dí una sortija de oro que me prometió llevar siempre en recuerdo mío. Al despedirnos me dijo que su pensamiento me seguiría en las guerras y que mis peligros serían también los suyos propios.... Pues acabo de verla. ¡Bah! Estás sobreexcitado con las profecías y los espasmos de mi señora Duguesclín y se te antojan los dedos huéspedes.
En otra sala que hay contigua, es preciso permanecer un par de horas por lo ménos: la coleccion de diseños de Rafael que allí se ofrece á la admiracion, es por sí sola un precioso museo: al lado de los diseños se ostentan inimitables ocho ó diez cabezas del Ticiano: no hay nada mas admirable; y en esta misma sala tambien, para que nada falte al interes del arte, poderosamente sobreexcitado y satisfecho ya, se encuentra perfectamente conservada en una caja de cristal la mano derecha del gran Canova: la misma que manejó el cincel que ha producido tan asombrosas estatuas.
Este poseía ordinariamente un apetito excelente, apropiado a su grande humanidad. Ahora, sobreexcitado por el aire del mar y algunas horas de ayuno, era voraz. Comió sin dejar migaja, sin cortedad alguna, cuanto le ponían delante; y eso que Cecilia, como podrá suponerse, no tenía la mano corta en servirle. Cuando empezaba a comer, Gonzalo perdía la vergüenza.
Al efecto había ya prevenido al padre Anselmo, y le tenía muy sobreexcitado contra Juanita y contra su madre. El padre Anselmo distaba mucho de ser malo y de ser ignorante. Sabía no poco de teología dogmática y de moral, y poseía notable despejo y prodigiosa facundia; pero era terco, persistente en las opiniones que una vez aceptaba, y desconocedor de los asuntos mundanos.
Canelo iba delante de él, loco de inquietud, olfateando en el suelo y en el aire, batiéndose los ijares con el rabo y con medio palmo de lengua fuera de la boca cuando no latía. Chorcos no estaba menos sobreexcitado que el sabueso, y seguía a Chisco pisándole casi los tarugos traseros de sus abarcas.
Tiene el rostro y las manos negras como el carbón, y sobre sus ropas aparecen enormes manchas de alquitrán. En las ventanas del molino se ven las caras de los molineros que ríen a carcajadas, y Martín se pasea delante de la casa vivamente sobreexcitado. La escena es en extremo cómica, y Juan y Gertrudis creen que van a morir de risa.
Palabra del Dia
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