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Actualizado: 8 de julio de 2025


Amaban el mar como su tío el médico, pero con un amor silencioso y frío, apreciándolo menos por su belleza que por las ganancias que ofrece á los afortunados. Sus viajes habían sido á América en bergantines de su propiedad, trayendo azúcar de la Habana y maíz de Buenos Aires. El Mediterráneo sólo era una puerta que atravesaban distraídamente á la salida y á la vuelta.

Y mientras atravesaban el Mercado con pasos tímidos, resbalando en el barro pegajoso que cubría las losas, el joven oía a Tónica con la falsa atención del cómico en la escena, que finge escuchar mientras piensa en lo que va a decir. Juanito se indignaba sin saber por qué. ¡Qué manera de explotar aquellas señoras a la pobre Tónica! ¡Era insufrible!

Los zorzales aves de paso que emigraban del norte al sur, atravesaban el aire por encima del pueblo y se llamaban constantemente como viajeros nocturnos. Entre ocho y nueve una especie de rumor alegre vibró en el fondo de la llanura haciendo ladrar a un tiempo a todos los perros de las granjas vecinas: era el son agrio y cadencioso de la cornamusa tocando una contradanza.

Noticias de él fueron los alaridos que comenzaron á oírse luego por las calles, entre la gente marinera; madres clamando por sus hijos; esposas por sus maridos; hijos por sus padres; hermanas por sus hermanos. Aquello era una desolación, y sus clamores atravesaban el alma como un puñal.

A medida que avanzaba el tiempo, iban siendo más numerosas y frecuentes las voces iracundas que votaban y renegaban. No se sabía la garganta de donde salían; atravesaban el espacio a modo de murciélagos cegados por la luz deslumbrante. El olor de los perfumes y el vino se iba haciendo más fuerte e impedía la respiración, como si el aire que impregnaba huyese de las bocas, ávidamente abiertas.

Cabizbajo, aterrado por la imagen de aquella escena, después de su huida, Rafael no sabía por dónde marchaban. Le sorprendió de pronto un perfume de flores. Atravesaban un jardín, y al levantar la cabeza vio brillando al sol la arrogante figura del conquistador de Valencia sobre su nervudo caballo de guerra. Siguieron adelante. El viejo hablaba con acento plañidero de la situación de la casa.

Entre los carruajes que velozmente y atronando las calles atravesaban el centro de la ciudad, pasó el cochecito de Cuadros, y tras él una carretela de alquiler en la que iban las de Pajares.

La muchedumbre, oprimida contra las verjas, saludaba á los que partían, acompañándolos con los ojos mientras atravesaban el gran patio. Eran anunciadas á gritos las últimas ediciones de los periódicos. La masa obscura se moteaba de blanco, leyendo con avidez las hojas impresas. Una buena noticia: «¡Viva Francia!...» Un despacho confuso que hacía presentir un descalabro: «No importa.

Las modistillas, al salir de los obradores, y las señoras, de vuelta de los almacenes, lo atravesaban para ganar terreno.

¡Vamos! ¡Pie a tierra! dijo Divès a sus hombres ; no hay que dormirse. ¡Aquí un cartucho! ¡Una bala! ¡Ahora, estopa! Nosotros somos los que vamos a limpiar el camino. ¡Cuidado! Los contrabandistas se colocaron en posición, y el fuego continuó contra los uniformes blancos con entusiasmo. Las balas atravesaban de una punta a otra las filas enemigas.

Palabra del Dia

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