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Actualizado: 27 de junio de 2025
Nos quiere mucho a los dos.... Cuando mi padre salió, levanteme la venda y miré al campo.... Vi el arco iris y me quedé asombrado, mudo de admiración y de fervor religioso.... No sé por qué aquel sublime espectáculo, para mí desconocido hasta hoy, me dio la idea más perfecta de la armonía del mundo.... No sé por qué, al mirar la perfecta unión de sus colores, pensaba en ti.... No sé por qué, viendo el arco iris, dije: «yo he sentido antes esto en alguna parte...» Me produjo sensación igual a la que sentí al verte, Florentina de mi alma.
Mezclándose en elecciones y galleando en toda la contornada, el valentón había conquistado este cargo, que le daba cierto aire de autoridad y consolidaba su prestigio entre los convecinos, los cuales le mimaban y le convidaban en días de riego para tenerle propicio. Batiste estaba asombrado por la injusta denuncia. Su palidez era de indignación.
Don Andrés comenzaba, como era de esperar. ¿Te parece bien lo que has hecho? Al ver que él, cobardemente intentaba mostrarse asombrado, asegurando que nada había hecho, que había venido a Valencia por un asunto insignificante, el viejo se indignó. No mientas: o somos hombres o no lo somos. Tú debes sostener lo hecho, si te figuras haber obrado bien.
Quien recuerde otras Vírgenes y otros ángeles pintados por él, y se haya asombrado, como nosotros, al considerar hasta qué punto negó la naturaleza á tan soberano artista el don de crear tipos afables; quien se haya asustado al ver aquellas Marías tan duras, ásperas y feroces, y aquellos niños de tan salvaje y desapacible aspecto, comprenderá toda la verdad é importancia de lo que digo.
Hablaba como si no se diera cuenta de la sonrisilla insolente del abogado de Deusto; del gesto asombrado y medroso con que le contemplaba su sobrina como si fuese un aparecido. Aresti quiso ver á Morueta, y doña Cristina miró con inquietud á una puerta inmediata, como temiendo que el doctor llegase á pasarla. No sé si podrás verle dijo con los labios apretados.
¿Entre qué gentes estamos? me dijo el extranjero asombrado. ¡Qué modos tan raros se usan en este país! ¡Oh! es casual le respondí algo avergonzado de la inculpación, y seguimos nuestro camino. El día había empezado mal, y yo soy supersticioso con estos días que empiezan mal: acaban peor. Tenía mi amigo que arreglar sus papeles, y fue preciso acompañarle a una oficina de policía.
¿Náa más? decía muy asombrado, y la madre se reía, se reía... ¡Dios mío! ¡De qué manera tan distinta se reía él veinte años después, en medio de sus lágrimas!... ¡Ay! ¡Entonces tenía él seis años, y preciso fue que pasaran otros veinte para hacerle comprender que eran sólo tres en efecto, y que con ellos solos bastaba y sobraba!...
El capataz, asombrado de que hablase así, movía la cabeza. Mal, muy mal, señorito. La paz con sangre, es mala paz. Mejor es arreglarse a las buenas. Crea su mercé a un viejo que ha pasado las de Caín, metido en eso de prenunciamientos y revoluciones.
La molestia de los oídos se compensa muy bien con el placer de los ojos». Cuando la madre hubo concluido su relación, o al menos cuando creí que la había concluido, tomé la palabra y, recordando medianamente las lecciones de mi profesor Tejeiro, comencé a soltar por la boca una granizada de términos técnicos, que yo mismo quedé asombrado.
Dorotea se estremeció de nuevo, retiró vivamente la pera y la mordió exclamando: No, no; esta es para mí, para mí sola. Y temerosa de que don Juan pudiera arrebatarla ni una pequeña parte de aquel confite mortal, le devoró. A seguida cayó de rodillas. ¿Qué haces, Dorotea? dijo don Juan. ¡Dejadme! ¡dejadme orar! exclamó la joven. ¡Orar! exclamó asombrado don Juan.
Palabra del Dia
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