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Actualizado: 29 de julio de 2025


De noche digo.... A ver el guante... Toma contestó Frígilis, arrojando desde lejos la prenda.... Pues... ¡está bueno! ja, ja, ja... buen canónigo te Dios.... Lo que entiende usted de modas, don Tomás.... ¿Pues no dice que es un guante de canónigo?... ¿Pues de quién es? De mi señora.... No ve usted la mano... qué chiquita... a no ser que haya canónigas también. ¿Y se usan ahora guantes morados?

Un caballero de tanta religión como usted no podía emparentar con un hombre tan escandaloso. ¡Toda, la culpa la tiene ese bribón de las gafas! añadió arrojando miradas fulgurantes hacia el sitio donde estaba Moreno. ¡Si don Pantaleón antes era un bendito! Recuerdo que una vez que estuve en su casa se levantó una tempestad de truenos y relámpagos.

A veces era tanto su temor, que dejaba caer la palmatoria y volvía corriendo arrojando gritos. Amalia se enfurecía entonces, la pellizcaba, la golpeaba, pretendiendo que fuese otra vez al sitio designado. La criatura se dejaba martirizar y se hubiera dejado matar antes de hacerlo. En una de estas ocasiones le dijo sonriendo ferozmente: ¡Ah! ¿Conque la señorita es tan medrosa?

Cuando estuvo solo, el ministro llamó á un sirviente de la casa y le pidió algo de comer, lo que traído que fué, puede decirse que despachó con voraz apetito; y arrojando á las llamas lo que ya tenía escrito de su sermón, empezó acto continuo á escribir otro, con tal afluencia de pensamientos y de emoción que se creyó verdaderamente inspirado, admirándose sólo de que el cielo quisiera transmitir la grande y solemne música de sus oráculos por un conducto tan indigno como él se consideraba.

Al fin, arrojando la montura a un lado del camino, dirigióse el gaucho al árbol que había divisado, y no obstante la debilidad de su tronco, felizmente bastante elevado, pudo trepar a su copa y mantenerse en una continua oscilación, medio oculto entre el ramaje.

Lejos de rebelarte contra su voluntad, debes darle las gracias porque se ha acordado de ti. ¡No diga usted necedades, hombre de Dios! exclamó la niña con voz colérica y arrojando sobre él una mirada de desprecio . ¿Me ha de querer Dios por llevarme a mi madre?... ¡Pues tiene gracia el cariño!... ¡Tiene gracia el cariño!... ¡Tiene gracia el cariño!...

Y Agapo decía que no, que él no sabía nada, no quería saber nada; contrariado, ya no sonreía, arrojando miradas feroces a su alrededor, como si aquel lujo insolente, al despertarse el recuerdo del pasado, insultara su miseria e irritara sus nervios. Se oyeron pasos y voces en la escalera. No huyas, que será alguno de esos fastidiosos que asedian a papá todos los días.

Estas comparsas iban arrojando anises, almendras y caramelos a los balcones, sin darse punto de reposo. Los bailes del Liceo, si no tan brillantes, eran tan animados y divertidos como los que se celebran en los palacios más opulentos de la corte. ¡Oh, el Carnaval de Sarrió! ¡Quién en la provincia septentrional, donde estos sucesos se efectúan, dejará de tener recuerdos vivos y gratos de él!

Luego de saludar Canterac ceremoniosamente desde lejos á su adversario y á los padrinos de éste, empezó á pasearse por la orilla del río. Fingía divertirse siguiendo con sus ojos el revuelo de los pájaros matinales ó arrojando piedras á la corriente. El contratista, que deseaba no ser menos que él, imitándole en todo, se paseó también junto á los sauces, mirando al río.

Muy sensible al frío, se acercaba con frecuencia a la lumbre, la observaba con fijeza, arrojando en medio de las ascuas su mirada, como si quisiera encenderla en ellas, y no se movía hasta que, inflamándose su cara con los rojos reflejos, llegaba a un grado de irritación insoportable. Entonces se retiraba, conservando en su pupila la imagen de las brasas deslumbradoras.

Palabra del Dia

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