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Actualizado: 19 de julio de 2025
Momo, hecho ya un hombrón, sin haber perdido un ápice de su fealdad nativa, iba arreando la burra. Oiga usted, madre abuela dijo ; ¿y van a durar mucho estos paseítos de recreo cotidianos para venir a ver a este lobo marino? Por descontado respondió su abuela , ya que no se quiere venir al convento. Me temo que se muera si no ve a su hija.
Hasta que no pude más estuve arreando leña detrás del palacio del capitán, y cuando ya me vi cercado por más de treinta salté la cerca de la Pedrosa y me metí en la vega. El palo se me había roto en dos cachos sobre la mollera de Firmo de Rivota y tuve que sacar un bárgano de la sebe para defenderme.
Atravesaron posiciones ocupadas por batallones carlistas. Entre los jefes había muchos extranjeros con flamantes uniformes austríacos, italianos y franceses, un tanto carnavalescos. A media tarde comieron en Lezaun y, arreando las caballerías, pasaron por Abarzuza.
El seminarista volvió su rostro inflamado por la ginebra, temiendo que Andrés bromease; pero viéndole muy serio, hizo una leve mueca de sorpresa, y arreando al caballo con la vara de avellano que empuñaba, tornó a coger el hilo de su canción favorita. «La mujer que es gorda y tierna Y tiene buena pierna... Y al cura hace pecar, Mereciera ser condesa, marquesa, duquesa Y el cura cardenal.»
Por ahí subían lentamente unos arrieros, silbando una canción popular, arreando a unos cuantos asnillos enclenques cargados de loza arribeña: ollas y cazuelas vidriadas que centelleaban con el sol. Un ranchero, jinete en parda mula, venía por el llano, y allá, cerca de las vertientes del Escobillar, trazaban las yuntas surcos profundos en la tierra negra y vigorosa.
¡Salud, compañeros! dijo el de Trebujena al pasar ante la puerta del cortijo, arreando su borriquillo. Qué tiempo para los probes, ¿eh, Zarandilla?... Entonces fue cuando Rafael reconoció al acompañante de Manolo, viendo su rostro exangüe de asceta, su barba rala y los ojos dulces y mortecinos tras unas gafas azuladas. ¡Don Fernando! exclamó con asombro. ¡Pero si es don Fernando!...
Y á los veintisiete años se lanzó de nuevo en plena aventura, huyendo de las ciudades, queriendo arrancar el dinero de las entrañas de una Naturaleza virgen. Intentó cultivos en las selvas del Norte, pero la langosta los arrasó en unas horas. Fue comerciante de ganado, arreando con solo dos peones tropas de novillos y mulas, que hacía pasar á Chile ó Bolivia por las soledades nevadas de los Andes.
Hecho este lance, irremediablemente se introducen entre dos fuertes, hallan en pocas horas nuestras estancias, y arreando el ganado en el mismo dia, ó la noche siguiente, salen de la frontera sin ser sentidos: porque los que están en los fuertes no pueden saber lo sucedido fuera, ni si entraron los indios, y viven tranquilos, sabiendo que hay una partida exploradora en su frente.
«Compañía de garnacha son cinco ó seis hombres, una mujer que hace la dama primera y un muchacho la segunda: llevan un arca con dos sayos, una ropa, tres pellicos, barbas y cabelleras y algún vestido de la mujer de tiritaña; éstos llevan cuatro comedias, tres autos y otros tantos entremeses, el arca en un pollino, la mujer á las ancas gruñendo, y todos los compañeros detrás arreando.
Y sacaba de su faja el curvo acero, puro y brillante: una herramienta de fino temple y corte sutilísimo, que, según afirmaba Barret, podía partir en el aire un papel de fumar. Pagaron los carreteros, y arreando sus bestias alejáronse hacia la ciudad, llenando el camino de chirridos de ruedas.
Palabra del Dia
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