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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Maltrana fue allá, y vio a su madre en una cama, con los pómulos enrojecidos, la piel ardorosa y los labios violáceos, exhalando el estertor de sus pulmones congestionados. El joven, recordando el dinero que aún guardaba en su casa, sintió cierto rubor al ver a su madre en aquella sala triste, de fría desnudez, junta con otros enfermos.

Hundí en las manos mi frente ardorosa y quebrantada; pedí al pábilo amarillo la lumbre de una mirada, y en el fondo de mi vida no hubo nada, nada... nada. ¡Oh vacío de las almas...! ¡Oh negras horas tediosas en que no hay para las manos que tiemblan divinas rosas, ni para los ojos tristes un vuelo de mariposas novias del sol...! ¡Oh infinita pesadumbre de las cosas!

»Rogar a Dios que nos envíe la muerte, esperarla como una salvación, desearla como una recompensa, ¿no es casi como dársela? ¿Es acaso tan grande la distancia que separa la vocación ardorosa del acto? Si el acto es una culpa ¿cómo podrá ser consentida la intención suplicante?... »No tendré que esperar mucho; la obra de destrucción está ya adelantada: el dolor muerde mi pecho con mayor saña.

El cielo espléndido de la Bética formaba sobre ella un pabellón poblado de luces. Una leve brisa embalsamada refrescaba su frente ardorosa. El estrépito de los coches turbó un momento aquel sueño tranquilo. Más de una tierna doncella dejó sobresaltada el lecho y se acercó á su balcón con los pies desnudos para ver lo que pasaba.

Todavía continuó llenando cuartillas un rato, hasta que, yertos los pies y ardorosa la frente, recogió los papeles y los guardó en uno de los volúmenes.

El ogro estaba cada vez más irritado conforme descendía la ardorosa cuesta, y mientras mascullaba sus palabrotas, animaba con el látigo a los machos, que caminaban desfallecidos, con la cabeza baja, casi rozando el suelo.

Con aquella pasión ardorosa, con aquel amor lleno de misterio y placer se había unido también la afición a la criatura. Pero los martirios que su cólera insensata le había hecho padecer abrió entre ellas un abismo. Josefina jamás amaría a su verdugo. La pobre niña, vestida con ricos trajes, vagaba sola por el palacio de Quiñones, sin hallar en nadie ternura. Amalia huía, de ella.

Se sumieron en la fresca atmósfera nocturna, con los ojos fatigados aún por la espléndida iluminación, con la piel ardorosa por el ambiente enrarecido de los salones. Los dos se fijaron en que la noche era de luna, una pobre luna menguante que empezaba á caer detrás de la negra barrera de los Alpes. La amenaza submarina tenía la ciudad á obscuras.

Ahora, Friterini, mio caro, ve colocando banderas á tu gusto... ¡á lo que salga! pues todos somos iguales, y ésta es «la tierra de todos», como dice don Manuel. En verano las moscas invadían en proporciones inauditas el interior algo lóbrego del boliche, huyendo de la atmósfera ardorosa de una tierra siempre sedienta.

Apagola de un soplo, buscó a tientas la ventana y la abrió de par en par. Una ráfaga viva de viento y agua le azotó el rostro y penetró rugiendo por la estancia, echando a volar los papeles de la mesa. D. Álvaro aspiró con delicia el aire frío y húmedo, asomose a la ventana y expuso su frente ardorosa a la inclemencia del chubasco.

Palabra del Dia

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