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Actualizado: 25 de junio de 2025
Una cena que fuese digno final de la hazaña, pues en la misma noche seguramente quedaría terminada la apuesta venciendo al otro hermano.
Miles de duros apostarían ellos contra las pesetas que pudieran ofrecer aquellos rurales de Guipúzcoa, que vivían del miserable cultivo de la tierra. Y en sus reuniones nocturnas acordaban los detalles de la apuesta, con arreglo á lo convenido por cartas y hasta por mensajeros, con los lejanos enemigos. El próximo domingo sería la lucha en la plaza mayor de Azpeitia.
Así descubria Paquita su corazon al buen Candido, en su gabinete, á presencia de Martin, el qual dixo: Ya llevo ganada, como vm. ve, la mitad de la apuesta. Habíase quedado fray Hilarion en la sala de comer, bebiendo un trago miéntras servian la comida.
Los galgos, en un momento, ¡zás, zás!, se las tragaban sin pestañear; lo mismo que si le echasen cartas á un buzón. Los jayanes comían lentamente, sin mostrar prisa. Así estuvieron varias horas.... ¿Y quién ganó? preguntaron varios al mismo tiempo, interesados por la estúpida apuesta. ¿Quién había de ganar? Los hombres.
Que apuesten conmigo diez libras esterlinas a si voy a ver la licencia de Cliff, e iré a estar allá solo. No necesito compañía. Y lo haría con tanta facilidad como cargo mi pipa. ¿Pero quién os vigilará, Dowlas, para confirmar que estáis allá? La apuesta no sería leal.
¡Bueno! vamos a hacer una apuesta si quieres. Con mucho gusto. ¿Estás hoy malo?... No tienes buen semblante. Sí, no me encuentro bien... acabo de tener una escena muy desagradable con Calvat. ¡Ah!... precisamente salía cuando yo entraba. Ese miserable ha jurado a mi mujer un odio mortal. Sí, desde hace tiempo. Ahora mismo la difamaba de una manera horrible.
Todo el contorno parecía tener la vista fija en la taberna, esparciéndose con celeridad prodigiosa las noticias sobre el curso de la apuesta. Ya se habían bebido dos cántaros, y como si nada.... Ya iban tres... y tan firmes. Copa llevaba la cuenta de lo bebido. Y la gente, según su predilección, apostaba por alguno de los tres contendientes.
Ellos no gozarían la victoria por completo de no presenciarla su ilustre amigo. Y el doctor, que habituado al afecto de aquellos admiradores rudos y entusiastas, no podía separarse de ellos, acabó por ser de la partida. En fuerza de oírles hablar de la apuesta sentía interés por ella. Era el único que dudaba del triunfo. La gente de Azpeitia debía conocer el trabajo del Chiquito.
Hombre, a propósito de sabios dijo don Frutos Redondo, el americano, que hasta entonces no había hablado . Tengo pendiente una apuesta con usted, señor Ronzal... ya recordará usted... aquella palabreja. ¿Cuál? Avena. Usted decía que se escribe con h... Y me mantengo en lo dicho, y lo hago cuestión personal. No, no; a mí no me venga usted con circunloquios; usted había apostado unos callos....
Ya sabemos lo que el soldado apuesta; pero si vos perdéis, amigo Tristán ¿qué ganará con ello el otro? Yo nada tengo que apostar, replicó Tristán muy contrariado y mirando á Simón. Sí tienes, gigante mío, sí tienes, dijo éste.
Palabra del Dia
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