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Actualizado: 25 de junio de 2025


Tenían sus apasionados, que se encargaban de ocupar el cuarto sitio en la partida, y al llegar la noche, cuando la masa de espectadores se retiraba á sus barracas, quedábanse allí viendo cómo jugaban á la luz de un candil colgado de un chopo, pues Copa era hombre de malas pulgas, incapaz de aguantar la pesada monotonía de esta apuesta, y así que llegaba la hora de dormir cerraba su puerta, dejando en la plazoleta á los jugadores después de renovar su provisión de aguardiente.

Pues, ¿y la apuesta? Para usted el trono y la beldad que desde allí nos mira; para una recompensa suficiente y... la gratitud del Rey. Es usted el mismo demonio, señor de Henzar le dije. Bueno, usted piénselo y tenga en cuenta también que no deja de costarme duro esfuerzo eso de ceder así tan fácilmente la muchacha aquella y su insolente mirada volvió a fijarse en Flavia.

Por ello, sin duda, apenas si llamaba su atención esta apuesta que tan alborotada traía á la vega entera. Su mostrador era una atalaya desde la cual, como experto conocedor, vigilaba la borrachera de sus parroquianos.

Insensiblemente Carmen había ido creciendo y desarrollándose hasta convertirse en una mujercita muy linda y apuesta, sin que nuestro joven lo echase de ver. Cuando se efectuó la anterior escena podría tener catorce ó quince años.

Ruborizose Laura hasta la raíz de los cabellos al oír semejante frase... Y Coca, siempre espontánea y sincera, le dijo en voz baja: Creo que vas a ganar la apuesta... Te casarás con Vázquez... Me alegro y te felicito... Si la coquetería y la mentira triunfan a veces, también triunfan otras veces la buena fe y la bondad... Lo reconozco.

Eran las primeras hembras que encontraba semejantes á las de su país. Debían pertenecer á alguna familia importante de la capital; tal vez era la esposa de un alto personaje acompañada de sus tres hijas. Concentró su mirada en el grupo para examinarlas bien, y notó que las tres señoritas, todas de apuesta estatura, asomaban bajo los blancos velos unas caras de facciones correctas pero enérgicas.

Volviéndose entónces Martin á Candido con su acostumbrado relente, le dixo: ¿Qué tal? ¿he ganado, ó no, la apuesta? Candido regaló dos mil duros á Paquita, y mil á fray Hilarion. Yo fío, dixo, que con este dinero serán felices. Pues yo fío lo contrario, dixo Martin, que con esos miles los hará vm. más infelices todavía.

Fausto, al firmar con él un pacto, le trata como superior a inferior; como un amo a un lacayo; y está casi seguro de que el diablo no ganará nunca la apuesta; no le dará lo que él desea.

He bailado más que un trompo. ¿De modo que no sostienes la apuesta? ¡Anda! Ya lo creo que la sostengo. Entonces, dentro de media hora me tienes arrimado á tu ventana. Dentro de media hora te espero en ella. Y con las manos enlazadas se clavaron una larga mirada, entre burlona y amorosa, tratando de registrarse el alma.

Sea como sea afirmó esa locuela de Coca es un hombre, y hay que emplear con él los recursos que sirven para con todos... ¿De dónde tan enterada?... Es que tengo dos orejas que oyen bien y dos ojos que no ven mal. Tu cabeza es la que piensa mal, tu cabeza de chorlito... Coca se picó y repuso prontamente: Hagamos entonces una apuesta.

Palabra del Dia

cabalgaría

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