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Actualizado: 25 de junio de 2025
Era la chica una apuesta jóven de 22 á 24 años, sencilla, candorosa y muy servicial, de mediana talla, pelo de un rubio casi amarillento, cara ovalada, fina y sonrosada, ojos de un bello azul oscuro, grandes y tímidos, nariz delicada y preciosa boca.
Entonces podrá decirles a los vecinos de la parroquia que están equivocados. ¡Gracias! le quedo agradecido dijo el herrador con un gruñido de desprecio . Si las gentes son tontas, no es cosa mía. Yo no tengo necesidad de averiguar la verdad sobre los aparecidos; ya lo sé. Pero no me opongo a una apuesta, con tal de que todo sea leal y sincero.
Unas señoras ricas que iban a explicar la Doctrina a una iglesia cercana habían sentido simpatía por aquella muchacha tan guapa y apuesta, mostrando empeño en casarla católicamente. La vieja habló con ellas, alegando el obstáculo insuperable de la pobreza. Al novio le hicieron un traje completo, con capa de rico paño, y a la novia la pusieron hermosa como una Virgen.
Ofreciendo los billetes á puñados, seguían durante horas enteras el jadear de su ídolo, atacando con el hierro la piedra, hasta que al quedar triunfante, lanzaban sus boinas al aire, gritando victoria más por el orgullo de la clase que por las ganancias de la apuesta. Todo les servía para arriesgar el dinero que la fortuna les arrojaba á manos llenas.
Quiso hacerle callar Laura... Pero ella prosiguió, después de una pausa: Pues si ganas la apuesta, cumplirás lo prometido... ¡Acuérdate!... La que casara con Vázquez debía dotar a su hermana... Pérez no tiene con qué casarse... Tú y Vázquez, ya casados, para que también me case yo, me regalarán una casita en Buenos-Aires... Adolfo me la amueblará... ¡Y todos seremos muy felices!... ¡Acuérdate!...
Lo más interesante de la fiesta, las luchas de los aizkoralaris ó partidores de leña y la apuesta de los barrenadores, quedaba para la tarde. Aresti y sus amigos comieron en el casino del pueblo, alarmando á los del país con los taponazos del champagne y la exhibición de las carteras repletas de billetes que arrojaban sobro las mesas con afectado desprecio.
Nadie había visto nada, nadie sabía nada; Pimentó contaba con risotadas brutales cómo se había roto él mismo la cabeza volviendo de la taberna, á consecuencia de su apuesta, que le hizo andar con paso vacilante, chocando contra los árboles del camino; y los dos guardias civiles tuvieron que volverse á su cuartelillo de Alboraya, sin sacar nada en claro de los vagos rumores de riña y sangre que habían llegado hasta ellos.
Bueno estaría que ahora que vamos a perder a Cuba, resto de nuestras grandezas, nos diéramos esos aires de señores y midiéramos el paso.... La Regenta no oía a su marido; el drama empezaba a interesarla de veras; cuando cayó el telón, quedó con gran curiosidad y deseó saber en qué paraba la apuesta de don Juan y Mejía.
El órden que guardaba la comitiva del rey era segun la carta citada el siguiente: «Venia delante de su S. M. tanta gente de á caballo y tan bien apuesta, que era maravilla, y al fin los señores de título, y al fin los grandes, y tras ellos cuatro maceros á caballo, y cuatro hombres de armas, y seguia luego á pié la ciudad, y cerca del palio D. Antonio de Toledo con el estoque.» Véase pág. 280.
Peor vestido que el birlocho estaba el criado que le servía, y entre la vida del caballo y la suya no se podía atravesar concienzudamente la apuesta de un solo real de vellón: por lo mal comidos, por lo estropeados, por la vida, en fin, del caballo y el lacayo, por la completa semejanza y armonía que en ambos entes irracionales se notaba, hubiera creído cualquiera que eran gemelos, y que no sólo habían nacido a un mismo tiempo, sino que a un mismo tiempo iban a morir.
Palabra del Dia
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