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Actualizado: 12 de julio de 2025


Watson había entornado los ojos, al mismo tiempo que su frente parecía obscurecerse, pasando por ella la sombra de un desfile de lejanas imágenes. Recordó la tarde en que Elena los había sorprendido cerca del río, á él y á Celinda, mientras ésta le enseñaba á tirar el lazo. Elena, para repeler tal recuerdo, se aproximó más al joven, apoyando sus manos en las solapas de su blusa.

Después fue a tomar un libro que tenía en la mesa de noche de su cuarto y vino hacia la ventana a ver si podía leer. Aun no había suficiente claridad. Posó el libro sobre una silla y se acercó de nuevo a la ventana, apoyando la frente sobre los cristales. El cielo iba agrandando sus claraboyas por la parte de El Moral sin infundir vida ni alegría sobre la tierra.

Sus vacas eran inglesas, sus perros de San Bernardo, sus gallinas de Guinea, sus faisanes de Terán, sus cabras eran suizas. ¿Qué le faltaba a Masicas, que estaba siempre tan llena de pesar? Se lo dijo a Loppi, apoyando en su hombro la cabeza. Masicas quería algo más.

SEGUNDA POSICION. Se dobla toda la mitad superior del cuerpo, apoyando las manos sobre las rodillas, y se grita en alta voz. ¡Dios mui grande! TERCERA POSICION. Se vuelve á enderezar diciendo: Dios oye, cuando se le dan alabanzas. CUARTA POSICION. Postrándose, con las rodillas, manos, nariz y frente en tierra, se dice: ¡Dios mui grande!

Sorprenderá, deslumbrará el artículo, como la dije a usted antes; pero la luz se habrá visto, y las gentes vendrán a ella, como pájaros bobos... No lo dude usted. Más valdrá así dijo el tabernero bajando la mano y apoyando el codo sobre la cómoda . ¿Y qué más, hijo?

Apoyando la mano en el hombro de él, su mujer miró los garrapatos que trazaba con febril mano sobre un papel. «Ved aquí fijados los puntos capitales balbucía él, escribiendo . Solidaridad de sustancia espiritual. La encarnación es un estado penitenciario o de prueba. La muerte es la liberación, el indulto o sea la vida verdadera. Procuremos obtenerla pronto...».

Al romper el nuevo día, no pudieron ya avivar el fuego, que se extinguió poco a poco. A medida que las cenizas se amortiguaban, la Duquesa se acurrucaba junto a Flora, y por fin rompió aquel silencio que parecía eterno: Flora; ¿puedes rezar aún? No, hermana... respondió Flora dulcemente. La Duquesa, sin saber por qué, sintiose más libre, y apoyando su cabeza sobre el hombro de Flora no dijo más.

No había felicidad completa si los pies no descansaban en la suavidad del paño flojo de las zapatillas. ¡Ajajá! exclamó al sentirse a su gusto. Y apoyando ambas manos en la cama, dejó que una dulcísima sonrisa le inundara el rostro con un reflejo de la alegría del corazón. ¡Ahora a meditar! ¡A soñar! ¡Noche solemne! No había milagros: en eso estaba. No estaría bien que los hubiera.

¡Y que lo digas, Joyana! respondió el interpelado dirigiendo sus ojos á Nolo y Demetria que allá lejos proseguían su plática amorosa. ¿No sería lástima que un caramelo tan rico cayese en la boca de este zángano de la cara de pan? volvió á decir Joyana apoyando su proposición con una blasfemia.

Más lejos, hacia la esquina de la calle, se veían las paredes de piedra de talla y la techumbre de tejas de la nueva destilería que había construido Princetot... Allí estaba éste precisamente apoyando sus anchísimas espaldas en la misma puerta... Encendido el rostro, enorme el vientre, vestido de paño ordinario, medio cerrados los ojos que la grasa invadía, y sin moverse, examinaba con su flema de siempre al nuevo huésped que llegaba de Langres.

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