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Actualizado: 12 de julio de 2025
Un día se dijo: «Ya soy remendón de portal», y se le llenó el alma de gozo, como si hubiera conseguido al fin una posición firme, largo tiempo anhelada. Trabajaba con intervalos: los ratos de trabajo, cada vez más leves, y los intervalos, cada vez más largos. En estos intervalos leía, apoyando el libro sobre la horma de hierro, y tomaba notas en el cuadernito de hule.
Tomó agua de una vasija, se cerró la bata, se arregló el enmarañado cabello y miró al Chucro con una suprema mirada de amor y de miedo, castañeteándole los dientes. Con grandes precauciones para no despertarlo, metiose bajo su poncho, se acostó a su lado, apoyando la cabeza contra su pecho... El Chucro, como hombre salvaje, tenía el oído alerta aun durante el sueño.
No es broma, amigo dijo lentamente apoyando sobre cada una de sus palabras. Es que Demetria ha desaparecido de casa y quiero que me digas si sabes algo de ella. ¡Quieres, quieres!... No sé nada de ella; pero aunque supiese, lo que menos me importaría á mí es que tú quisieras ó dejaras de querer... Una ola de indignación subió al rostro del mozo y lo tiñó de carmín.
Estas señoras son muy amables dijo la abuela en cuanto se marcharon, pero es lástima que tengan ideas falsas... ¡Qué mal se razona ahora!... En mi tiempo no era así. En tu tiempo, abuela repliqué apoyando dulcemente la cabeza en su hombro, todo el mundo era perfecto. Aduladora respondió la abuela dándome un beso. Bien sabes que haces de mí todo lo que quieres... Y se firmó la paz con otro beso.
Estaba muy habladora su querida mujercita. Le recordó mil episodios de la vida conyugal siempre tranquila y armoniosa. ¿No quisieras tener un hijo, Víctor? preguntó la esposa apoyando la cabeza en el pecho del marido. ¡Con mil amores! contestó el ex-regente buscando en su corazón la fibra del amor paternal.
Y efectivamente, Amaury pronunció estas palabras con tal acento de pasión, que Magdalena sintió estremecerse todo su cuerpo. ¡También yo dijo, apoyando la frente en el hombro de su novio, también yo te amo! Amaury cerró un momento los ojos, sintiéndose desfallecer, ebrio de dicha. ¡Dios mío! dijo.
Obdulia Fandiño, en pie, oía la misa apoyando su devocionario en la espalda de Pedro, el cocinero de Vegallana, y en la nuca sentía la viuda el aliento de Pepe Ronzal, que no podía, ni tal vez quería, impedir que los de atrás empujasen.
Desde que un ladrón «muerto de hambre» había logrado imponerse á todos ellos, los propietarios se reían, y para vengarse de diez años de forzada mansedumbre, se hacían más malos que el famoso don Salvador. Veritat... veritat decían en todo el corro, apoyando las razones de Pimentó con furiosas cabezadas. Verdad... verdad.
Caminaba lentamente golpeando el suelo con el bastón. A pesar de aquel aspecto de miseria, llevaba ambos brazos ornados de brazaletes de alquimia, y un doble collar de cuentas, que imitaban la turquesa, caía sobre su pecho. Al llegar junto a Ramiro, mirole fijamente, apoyando ambas manos en el báculo. El mancebo sacó una moneda para ofrecérsela.
Y tan borracha como los otros, apoyando su cabeza rubia en una mano, la Marquesita le contemplaba con los ojos entornados; unos ojos azules, cándidos, que parecían no manchados jamás por la nube de un pensamiento impuro.
Palabra del Dia
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