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Actualizado: 12 de julio de 2025


Hasta la puertecilla del muro, pero no más adelante. Iré al cenador. ¡Que me ahorquen si lo permito! exclamé levantándome y apoyando la espalda en la repisa de la chimenea. Sarto añadí, tengo confianza en esa mujer e iré. Pues yo no tengo fe en ninguna mujer, y no irá usted. O acudo a la cita o me vuelvo a Inglaterra le dije.

Detuvo el paso y recostose en el muro frontero. Una de las mozas era muy blanca y garrida. Con el cántaro en la cadera, y apoyando el vientre contra el duro granito, estirose con ansia hasta recibir en la boca el largo beso del agua. Cuando se irguió de nuevo, su empapado corpiño mostró los hombros y los pechos como si estuviesen desnudos.

Imitemos nosotros su alto ejemplo: El pendon de la patria enarbolando Marchemos de la gloria al sacro templo «O muerte ó libertad» todos clamando; Y apoyando la planta en los escombros La libertad alcemos en los hombros.

Eso que no lo entiendo dijo Feijoo cayendo en un mar de meditaciones . Caprichos del corazón. Y al levantarse, apoyando las manos en los brazos del sillón, notó ¡ay!, que el cuerpo le pesaba más; pero mucho más que antes. v No pararon aquí las observaciones referentes a su decaimiento físico. Una mañana, al levantarse, notó que la cabeza se le mareaba. Jamás había sentido cosa semejante.

¡Dios mío! decía Stein, apoyando la cabeza en las manos , esas hendiduras, ese agua que penetra en las bóvedas y gotea minando el edificio con su lento y seguro trabajo, ese maderaje que se hunde, esos adornos que se desmoronan... ¡qué espectáculo tan triste y espantoso!

De vez en cuando se detenía, y apoyando un codo en una mano, se llevaba la otra a la frente, partida por una arruga vertical. Al oír que el joven le saludaba, dudó algunos instantes, como si sus ojos inflamados no pudiesen reconocerle. ¡Ah! ¿Es usted, señor de Maltrana? dijo con voz dulce . Que la Virgen le guarde. ¿Trabaja usted mucho?.. Maltrana le había conocido por sus hábitos de noctámbulo.

Después de algunos momentos de una vacilación llena de gracia, Adela pareció ceder a una orden más pronto que acceder a una súplica, apoyando ligeramente su mano en mi brazo; entonces yo fijé aquella mano con fuerza, apretando el brazo contra el costado, y eché a andar precipitadamente en la dirección que Adela parecía seguir.

¡Esto te extraña, hijo mío! pues bien, yo se lo había predicho. ¡Usted!... . El bebía demasiado aguardiente, y yo le decía siempre: «Mi viejo camarada, acabarás por una concustion invantánea dijo el maestro Durand con importancia, apoyando cada palabra e hinchando los carrillos.

Por encontrar la fuente del olvido, errante, por el mundo fuí corriendo, cuando un hombre de rostro venerable, de hirsuta barba y de mirar severo, cruzóse en mi camino, y apoyando su flaca mano en mi cansado pecho, "¿dónde vas?, caminante", preguntóme . "Remedio busco a mi dolor acerbo; beber ansío el agua cristalina, que las penas disipa y los recuerdos."

Hízosele muy cortés recibimiento, y los que no pudieron agasajarle a él agasajaron a la Chula y al Turco, que iban apoyando la cabeza en todas las rodillas, lamiendo aquí un plato y zampándose un bizcocho allá.

Palabra del Dia

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