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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Pues puedo deciros exclamó Calderón poniéndose pálido que si la reina ha desaparecido de su aposento, ha salido del alcázar. ¿Que ha salido? Sí, señor, sola y en litera. Eso no puede ser; ¡imposible! exclamó el duque poniéndose de pie . ¡Margarita de Austria, sola como una dama de comedias!... Es más, señor, acompañada de un hombre. ¿Pero no habéis dicho que salió sola del alcázar?
Llegaba adonde solía tener la puerta, y tentábala con las manos, y volvía y revolvía los ojos por todo, sin decir palabra; pero, al cabo de una buena pieza, preguntó a su ama que hacia qué parte estaba el aposento de sus libros. El ama, que ya estaba bien advertida de lo que había de responder, le dijo: ¿Qué aposento, o qué nada, busca vuestra merced?
Procuro, que si miran por el ojo de la cerradura de la otra puerta no vean luz bajo ésta. Es necesario que me crean dormido; necesitan pasar por delante de mi aposento y me temen. Pero se acercan. Callad y oíd.
Entonces, con el amargo recelo de provocar el enojo de sus huéspedes, iba a desnudarse, cuando Narcisa se presentó en el aposento. Mirando a Carmen, dió un grito, como si algo terrible le aconteciera, y llamó a voces a su madre.
Pero cuando estaba en lo más ardiente de su acusación fiscal, entró la dueña cojitranqueando, y dijo: Todo el mundo al cuarto de la señora. El mundo todo aquel á que se refería la dueña, eran un rodrigón que ya conocemos, dos doncellas, dos escuderos, dos criados y un paje. Todo el mundo entró con cuatro palmos de curiosidad en el aposento de la joven.
Estaba cansado; en todo el día no había comido más que el currusco de pan que le dio su tía al ir al trabajo. ¡Y había dado tantas vueltas a la rueda en el aposento obscuro del soguero!... ¡Y corrió tanto después para ir desde la calle de las Amazonas a su casa!... ¡Tenía un hambre tan atroz y una sed!...; sobre todo, una sed de padre y muy señor mío.
Entre tanto Quevedo, atravesando callejones y galerías, se entró en el aposento de doña Clara Soldevilla. Don Juan se calentaba al brasero y doña Clara escribía. Consuela este olor dijo Quevedo entrando. ¡Ah, mi buen amigo! dijo don Juan. ¡Ah, don Francisco! exclamó doña Clara : ¿de qué olor habláis?
Julia se refugia en la parte superior del aposento, que su padre habita, lo cual da origen á una escena admirable; Julia habla á través de las hendiduras del suelo, y Antonio cree oir la voz de su espectro. ¡Padre! La voz conozco. ¡Muerto quedo! ¡Padre! Esta es Julia ó me la forma el miedo. Oye, ingrato padre mío, Si acaso sentido tienes, Estas últimas palabras, Aunque después de mi muerte.
A lo cual respondió Carriazo que no podía satisfacer a aquellas preguntas tan en público; que él respondería a solas. Estaba Tomás Pedro escondido en su aposento, para ver desde allí, sin ser visto, lo que hacían su padre y el de Carriazo. Teníale suspenso la venida del Corregidor y el alboroto que en toda la casa andaba.
Un reclinatorio á los piés de un Cristo y una pequeña biblioteca hacían sospechar que era el aposento del sacerdote, cedido á su huésped, segun la costumbre filipina de ceder al forastero la mejor mesa, el mejor cuarto y la mejor cama de la casa.
Palabra del Dia
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