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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Ya sabes que soy aficionada a leer, que devoro novelas, que he leído hasta Don Quijote de la Mancha: mira, allí hay una a quien le sucediolo que a . ¿Te acuerdas cuando, hablando de sus amores con don Fernando, dice Dorotea, poco más o menos: «con volverse a salir del aposento mi doncella, yo dejé de serlo y él acabó de ser traidor y fementido?» ¿Te acuerdas de ésto?

Así es, que estando a la puerta misma de su aposento, a la izquierda volviose, y palpando la pared, adelantó hasta tocar una mampara de seda, y tan rica, que ella le demostró que no al aposento de la doncella debía dar entrada una tal manpara, sino al de doña Guiomar.

Inútil es que yo describa lo que saben los Zaragozanos, que diga la manera con que se adornaron las salas y el altar que se construyó en la alcoba del aposento llamado de SANTA ISABEL colocando una efigie de la Santa.

Cardenio dijo a Dorotea que se volviesen al aposento, que él procuraría poner remedio en todo, y ellas lo hicieron.

»Veamos lo que contiene me dijo; léemela. »Fácilmente se imaginarán ustedes cuál sería mi situación... No encontré otra excusa que darle, sino que era demasiado larga. »Eso no importa; te doy de plazo hasta la tarde. »La dificultad no estaba en el tiempo. Subí a mi aposento, y pasé algunas horas en llorar y maldecir al margrave.

En el de delante iban los combatientes; en el centro, bajo e indefenso, la chusma; en la popa, el jefe y su séquito. Al venir tiempos de paz y seguridad, los progresos de la arquitectura naval fueron rebajando los castillos esculpidos como altares, con mascarones, tritones y ondinas; pero la popa continuó siendo el lugar de honor, el aposento de los privilegiados.

En fin, una noche sintió Anselmo pasos en el aposento de Leonela, y, queriendo entrar a ver quién los daba, sintió que le detenían la puerta, cosa que le puso más voluntad de abrirla; y tanta fuerza hizo, que la abrió, y entró dentro a tiempo que vio que un hombre saltaba por la ventana a la calle; y, acudiendo con presteza a alcanzarle o conocerle, no pudo conseguir lo uno ni lo otro, porque Leonela se abrazó con él, diciéndole: »-Sosiégate, señor mío, y no te alborotes, ni sigas al que de aquí saltó; es cosa mía, y tanto, que es mi esposo.

De repente se sintió asido como por unas tenazas de hierro, y lanzado dentro de un aposento. Luego se oyó la llave de una puerta, y le arrastraron á otro aposento.

Tomó entonces en brazos a Magdalena y corriendo como un loco la llevó a su aposento, la depositó jadeante y afónica sobre el lecho y tiró con todas sus fuerzas del cordón de la campanilla en demanda de socorro.

A menudo se verificaban estas mudanzas de suerte que, desde su parte anterior, que representaba una calle ó un aposento, penetraba la vista en otro, ó en una casa.

Palabra del Dia

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