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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Recordaba el joven ciertas estampas de santos misioneros, en las que aparecen éstos con un salvaje prosternado a sus pies, cual símbolo de las grandes conquistas realizadas en favor del cielo; y en sus conversaciones con Feli, designaba siempre al remendón con el apodo de Indio converso.
Este se fijó en su cara y en una manga de su chaqueta, completamente vacía, que se arrollaba en el costado derecho. Yo creo que te conozco dijo el matador. Ya lo creo que le conoces interrumpió el Pescadero . Es el Pipi. El apodo hizo que Gallardo recordase inmediatamente su historia.
Nada más tengo que decir, salvo que es una relación muy poco apetecible. Fue Poldo quien le puso el apodo de «el Ceco». ¿Y el monje que se llama fray Antonio? Jamás he oído hablar de esa persona; nada sé de él. En la punta de la lengua tuve la pregunta de si tenía un hijo y si su nombre era Herberto, recordando aquella trágica escena nocturna en el parque de la mansión de Mayvill.
La paternidad de la idea fue del dueño del cafetín establecido frente a la casa de doña Manuela, un sujeto panzudo y flemático, que gozaba en el barrio fama de chistoso y había heredado el apodo de Espantagosos, sin duda porque alguno de sus antecesores no estaba en buenas relaciones con la raza canina.
Este apodo primaveral se difundió inmediatamente por el país, y todos llamaron así á la hija del dueño de la estancia de Rojas; pero su verdadero nombre era Celinda. Tenía diez y siete años, y aunque su estatura parecía inferior á la correspondiente á su edad, llamaba la atención por sus ágiles miembros y la energía de sus ademanes.
En realidad, le había interesado, aunque ligeramente, esta desconocida, rubia, alta, con un aspecto de vigor esbelto, de ágil soltura, como las gimnastas y las amazonas. Pues es «la Generala» continuó Castro, sin parar mientes en la falta de curiosidad de su amigo . Este generalato no hay que tomarlo en serio. Es un apodo cariñoso.
En esas guerras dicen que murió un inglés muy valiente, aquel «Gordon el chino», que no era chino, sino muy blanco y de ojos muy azules, pero tenía el apodo de chino, porque en China hizo muchas heroicidades, y aquietó a la gente revuelta con el cariño más que con el poder; que fue lo que hizo en el Sudán, donde vivía solo entre los negros del país, como su gobernador, y se les ponía delante a regañarlos como a hijos, sin más armas que sus ojos azules, cuando lo atacaban con las lanzas y las azagayas, o se echaba a llorar de piedad por los negros cuando en la soledad de la noche los veía de lejos hacerse señas, para juntarse en el monte, a ver cómo atacarían a los hombres blancos.
D. Valentín, á respetable distancia y sentado junto á una mesa, hace paciencias con una baraja. D. Casimiro habla con la señora de la casa y con su hija. Los lectores conocen ya á D. Casimiro, como si dijéramos de fama, de nombre y hasta de apodo, pues no ignoran que para D. Carlos, Lucía, Clara y el Comendador, era el viejo rabadán. Veamos ahora si logramos hacer su corporal retrato.
Lo creían apodo, y no queriendo incurrir en una falta de respeto, habían acabado por transformarlo en don Luis. Para algunos de ellos, el único defecto de Ferragut era su buena suerte. Aún no se había perdido un buque mandado por él. Y todo buen marino que navega sin descanso debe tener en su historia una de estas desgracias para ser un capitán completo. Solamente los labradores no pierden barcos.
De joven había sido novicio en una orden religiosa, pero ahorcó los hábitos el año 8 para batirse contra el francés, sacrificio que no le libró de ser conocido con el apodo de el Fraile entre los comerciantes y las gentes de su industria. Le suponían poseedor de millones, y era el banquero de todos los mercaderes menesterosos.
Palabra del Dia
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