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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Es verdad afirmó su hermana la viuda. Yo creo siguió la señorita que el objeto de la música es conmover..., elevar el alma, hacernos derramar lágrimas..., transportarnos a regiones ideales, lejos del mundo prosaico en que vivimos... Porque la verdad es que la prosa se va apoderando de tal modo de la sociedad que pronto va a parecer ridículo hablar de cosas que no sean materiales y sórdidas.
Y digo por naturaleza, porque el padre Anselmo, aunque por naturaleza era entendido, estaba, además, tan ayudado y tan ilustrado con la gracia de Dios, que comprendía como nadie el valor y las excelencias de doña Inés, y era muy digno de su trato familiar, teniendo con ella piadosísimos coloquios, en los cuales se desataba contra la abominable corrupción de nuestro siglo y contra la blasfema incredulidad que prevalece en el día y que se va apoderando de todos los espíritus.
Tratamos de averiguar la causa, y después de mil ruegos, hasta del señor Obispo que le quería mucho, pudimos arrancarle estas palabras: «Señores, tenemos comediantes en la ciudad»; palabras que hicieron en la tertulia una impresión desagradabilísima, porque faltaban diez y siete días para la cuaresma, y el pueblo, con la guerra y con las ideas locas que se iban apoderando de la gente, más que comedias necesitaba sermones.
Sus mejillas, siempre sonrosadas, estaban ahora vivamente encendidas, no tanto por el movimiento como por el amor que poco a poco, a impulso de las cadencias lánguidas de la habanera se había ido apoderando de su ser. Ramona, encendida también como una amapola, apoyaba la barba adornada por los lados con dos hechiceros hoyuelos, sobre su hombro.
No llevaba ni un cortaplumas: sólo tenía sus puños... Hubiese dado en aquel momento su buque entero, su vida, por un instrumento que le permitiese matar... ¡matar de un golpe!... Se fué apoderando de él la vehemencia sanguinaria del mediterráneo. ¡Matar!... No sabía cómo hacerlo, pero debía matar. Lo más inmediato era detener al enemigo que se escapaba.
Mientras la voz cascada del cura le martirizaba los oídos, estaba pensando en un perro que había encontrado por el camino con una pierna rota. ¿Quién habría puesto de aquel modo al infeliz animal? Tal vez algún muchacho le tiraría una piedra. ¡Vaya una proeza! Poco á poco se fué apoderando de su espíritu una gran repugnancia, una repugnancia invencible.
Pero si agitada estaba el alma de la señora, no lo estaba menos la del bendito héroe del Arco famoso, pues al paso que ganaba terreno en ella la idea de que no parecería jamás el marido de su mujer, se iba apoderando traidoramente de aquel mismo espíritu suyo un sentimiento expansivo, un no sé qué, una cosa semejante a la alegría.... El pobre señor, cuya rectitud, aún sometida a las mayores pruebas, era siempre grande y firme, padeció muchísimo con esto que llamaba caricia del Demonio, con esta tentación o asomos de pecado grave.
Un enternecimiento delicioso íbase apoderando de las cantantes a medida que las dejaban escapar de sus gargantas. Cada vez las repetían con más cariño, con más unción, exhalando en ellas aquel fondo de romanticismo que palpitaba eternamente en sus corazones, transmitiéndose de madres a hijas en la pintoresca villa del Cantábrico.
Así y todo, del tiempo en que su madre venía todas las tardes y le atendía, existían allí muchas plantas de flores, grandes arbustos que con el tiempo y con aquel suelo feraz se iban trasformando en árboles frondosos. Mientras recorrían caminos arenosos, de los cuales el césped se iba apoderando por falta de limpieza, la condesa explicaba en voz alta cómo había llegado hasta allí.
Si tú quieres... No hay necesidad... Acaso te cause repugnancia... Pero Cecilia ya se había acercado a la cama y recogía las hilas, la pomada y las tijeras, poniéndolo todo en orden. Hizo una nueva tableta, y extendió con esmero el ungüento sobre ella. Gonzalo la miraba, un poco inquieto. Ella guardaba silencio, haciendo esfuerzos heroicos por vencer la confusión que se iba apoderando de su alma.
Palabra del Dia
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