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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Razonte sufre mil importunidades de Aldonza, sobrina de su huésped, pero guarda fidelidad á su Angélica. Carlino busca á un judío para empeñar unos diamantes que su señor ha salvado del naufragio, y de paso intenta convertir al descreído. Los dos náufragos prosiguen su viaje á Madrid; Aldonza se queda desconsolada, aconsejándole Butrago que nunca ofrezca su corazón á gentes principales.
Eso sí que no sabía decirlo. Se le había aparecido en sueños con aquella su sonrisa angélica y aquel aire distinguidísimo... «Por María Santísima dijo Rosalía , no se haga usted ilusiones, querida, yo no puedo, no puedo, no puedo...». Que sí puede, que sí puede replicó Milagros, con una insistencia que ejercía cierta fascinación en el ánimo de la otra . Basta querer... La cosa no es desmesurada.
Don Alvaro sonríe consolado, y, beatificado, exclama: ¡Ta, ta, ta, ta, ta! Así va tirando aún el ilustre descendiente, según pretende su ejecutoria, del más heroico de los doce pares. En cuanto a doña Inés, afirma mi amigo el diputado que está hermosa y fresca todavía, y que pudiera hacer el papel de Angélica, aunque algo metida en carnes.
Su hermosura es a la vez angélica y perturbadora. Tiene del cirio el candor y la llama. Sus grandes ojos, que arden con misteriosa fiebre, van encendiendo, a pesar suyo, súbitas pasiones en el corazón de ricos y virtuosos caballeros. Su madre quiere casarla, y la obliga a ataviarse como las otras doncellas; pero Rosa pone en cada gala una oculta mortificación.
Pocos se encontrarán entre los latinos que le igualen en algunas prendas; pero en todas, ninguno. Entre los griegos hay más. Virgilio Marón es divino entre los latinos; pero compara su Eneida con la Jerusalén de Lope. Grande es Marón en aquélla, mayor Lope en ésta. Entre los latinos no hay con qué comparar á la Dragontea y la Angélica.
Mire vuestra merced bien, que por todos estos caminos no andan hombres armados, sino arrieros y carreteros, que no sólo no traen celadas, pero quizá no las han oído nombrar en todos los días de su vida. -Engáñaste en eso -dijo don Quijote-, porque no habremos estado dos horas por estas encrucijadas, cuando veamos más armados que los que vinieron sobre Albraca a la conquista de Angélica la Bella.
Lope asegura, en efecto, en el prólogo, que la escribió en la mar en una expedición de guerra; pero sus frases dejan adivinar que se refiere á la anterior contra las islas Azores . Sea de esto lo que fuere, lo cierto parece que La Angélica se imprimió por vez primera en 1602 con importantes alteraciones, haciéndose en ella frecuente mención de Felipe III, que comenzó á reinar en 1598.
Pero si partiendo de estas premisas es menester colocar á la poesía épica española en el más ínfimo peldaño de su literatura, no es posible desconocer, sin embargo, que La Araucana, de Ercilla; el Bernardo, de Balbuena; la Angélica y la Jerusalén, de Lope; La invención de la Cruz, de Zárate, y otras muchas, á pesar de sus defectos, abundan en bellezas poéticas aisladas, y pueden ornar sin rebozo cualquiera literatura.
Pero, dejando en él lo de la valentía a una parte, vengamos a lo de perder el juicio, que es cierto que le perdió, por las señales que halló en la fontana y por las nuevas que le dio el pastor de que Angélica había dormido más de dos siestas con Medoro, un morillo de cabellos enrizados y paje de Agramante; y si él entendió que esto era verdad y que su dama le había cometido desaguisado, no hizo mucho en volverse loco.
Jacinta hacía girar todo este ciclón de pensamientos y correcciones alrededor de la cabeza angélica de Juan Evaristo; recomponía las facciones de este, atribuyéndole las suyas propias, mezcladas y confundidas con las de un ser ideal, que bien podría tener la cara de Santa Cruz, pero cuyo corazón era seguramente el de Moreno... aquel corazón que la adoraba y que se moría por ella... Porque bien podría Moreno haber sido su marido... vivir todavía, no estar gastado ni enfermo, y tener la misma cara que tenía el Delfín, ese falso, mala persona... «Y aunque no la tuviera, vamos, aunque no la tuviera... ¡Ah!, el mundo entonces sería como debía ser, y no pasarían las muchas cosas malas que pasan...».
Palabra del Dia
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