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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Bien visto, estaba solo; las buenas ancianas pronto emprenderían el eterno viaje, y me quedaría yo abandonado en un mundo que me causaba miedo. La lluvia arreciaba. Truenos lejanos, pálido fulgurar de relámpagos distantes, anunciaban que la tempestad invadía la cordillera. El agua caía a torrentes. En el naranjo aleteaban los pájaros, amedrentados al sentir inundado su nido.

«Me a pensar en mi suerte. Me solo en el mundo, sin padres, sin parientes, sin amigos. ¿Quiénes me amaban? Dos ancianas que estaban, sin duda, a orillas del sepulcro; un pobre médico, rendido al peso de los años; un buen servidor; un maestro de escuela, enfermo y miserable; una niña desgraciada, huérfana, condenada a padecer.

El Recordatorio galante contestó el viejo consiste en la costumbre que tienen los señores de ir una vez por semana al cercano Cenobio de la jubilación femenina, donde las señoras ancianas, dulces compañeras de su mocedad, los reciben de visita, los agasajan con un delicado banquete, recuerdan con ellos los juveniles gozos y hasta cantan y bailan y huelgan y se entretienen, si bien con la majestad, el entono y el sereno juicio que importan en la edad madura.

¡Vaya una ganga el ser hereje! ¿Qué utilidad trae el ser hereje?... Y cambiando bruscamente de tema preguntóle: ¿Cómo va ese aquelarre que habéis hecho en los Cuatro Caminos? Se refería al asilo de ancianas, del cual era D.ª Carmen la principal protectora. Va muy bien. Sólo que la marquesa de Alcudia no quiere continuar siendo tesorera. No sabemos a quién se ha de nombrar.

Y la primera entrada que hizo Preciosa en Madrid fué un día de Santa Ana, patrona y abogada de la villa, con una danza en que iban ocho gitanas, cuatro ancianas y cuatro muchachas, y un gitano, gran bailarín, que las guiaba; y aunque todas iban limpias y bien aderezadas, el aseo de Preciosa era tal, que poco a poco fué enamorando los ojos de cuantos la miraban.

amas como yo a las buenas ancianas que ampararon mi orfandad, ellas te aman también.... ¡Qué dichosos seremos! «A veces, por la noche, cuando todos duermen, me paso las horas en el balcón, pensando en mi Linilla.

Por debajo de las rizadas enaguas aparecían sus pies desnudos, pues habían hecho promesa al Cristo de seguirle descalzas durante la procesión. Pasaban también ancianas apergaminadas y rugosas como debía ser la «Viuda del farolito» , que lanzaban suspiros y lágrimas contemplando el dorso del milagroso Señor.

Muchas solteronas y no pocas señoras ancianas, son asiduas a sus jueves. Los caballeros son escasos, por el contrario, y la juventud no se muestra más que para . Mis amigas y yo formamos en el salón un grupo especial llamado el «rincón de las malas cabezassegún una frase de cierta amiga de la abuela.

Hasta tuvo la desvergüenza de decir que el asilo de ancianas de los Cuatro Caminos era obra suya. Los circunstantes se miraban unos a otros con estupor y se murmuraban al oído juicios poco lisonjeros sobre el estado intelectual del orador. Cuando apuró la lista de sus méritos y se proclamó urbi et orbi el primer hombre de la nación, principió a desatarse contra sus enemigos.

Para se hacía transparente, como para dejarme ver entre sombras una casa humilde y modesta, la casa paterna, donde me aguardaban mis tías, dos hermanas de mi madre, dos ancianas amables y cariñosas. Unico amparo del niño desdichado que no tuvo la buena suerte de conocer a sus padres, ellas le recogieron, le criaron, y a costa de no pocos sacrificios le proporcionaban educación.

Palabra del Dia

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