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Actualizado: 9 de octubre de 2025
Aquel día fue menos puntual que de costumbre, y mientras almorzaba, todo aquel regocijo con que despertara se desvaneció, porque Paquito le leyó unos papeles clandestinos que corrían por Madrid, amenazando a la Reina y asegurando la proximidad de su caída. «Si me vuelves a traer aquí esas asquerosidades dijo Thiers bufando de ira , te quito de la Universidad y te pongo de hortera en una tienda de la calle de Toledo».
Se celebraba en ella un gran mitin de protesta contra los patronos, por no querer aceptar las proposiciones de los mineros, los cuales venían amenazando con una huelga hacía dos meses. La reunión popular era el ultimátum que lanzaban los trabajadores.
Cuando el calor se hacía insoportable, me detenía a la sombra de un peñasco saliente que nos abrigaba amenazando, y esperaba allí a los peones.
Y como todo esto, en concepto del ventrudo patrón, era una deshonra para su establecimiento, al escuchar las murmuraciones de las comadres volvía á enfurecerse, amenazando con su cuchilla al tímido criado, ó increpaba al tío Tomba para que corrigiese al pillete de su nieto.
Los labios largos y delgados, finos, pálidos, parecían obligados a vivir comprimidos por la barba que tendía a subir, amenazando para la vejez, aún lejana, entablar relaciones con la punta de la nariz claudicante. Por entonces no daba al rostro este defecto apariencias de vejez, sino expresión de prudencia de la que toca en cobarde hipocresía y anuncia frío y calculador egoísmo.
Y le arrastró con paternal solicitud, como si el millonario fuese el primer estandarte de la romería. Aresti quedó inmóvil, avergonzado de su arrebato. Pero en fin, lo hecho bien estaba, ya que no tenía remedio. Los empellones de la gente que huía le sacaron de su abstracción. Los jinetes de la guardia civil corrían al trote por la plaza, amenazando con sus sables.
Tan listos anduvieron éstos en sus diligencias, que el 2 de Enero de 1481 se dieron ya las primeras providencias emanadas de la Inquisición, y las cuales eran nada menos que mandar prender á los cristianos nuevos, amenazando también á los títulos de Castilla con la privación de ellos si no acataban al Santo Oficio.
Se armó tal zaragata, que tuvo que intervenir Ido con frases de concordia, y Segunda manoteaba, echando la culpa al calzonazos de su hermano, y este increpaba a Encarnación, y la chiquilla daba de rechazo contra Maxi; y fue tal el vocerío que hubo de presentarse en la puerta, que estaba abierta, Estupiñá, y penetró en la casa con ademanes policiacos, mandando callar a todo el mundo y amenazando con traer una pareja. «Ya decía yo que en este cuarto no habría paz, y como sigan así, pronto los planto a todos en la calle». Se fue refunfuñando, y al anochecer, cuando ya Ido y Maxi se habían marchado, y los hermanos Izquierdo estaban comiendo, volvió a subir, con bastón de mando, y dijo despóticamente: «Orden, orden y el primero que meta ruido, va a la cárcel».
Aquellos infinitos sitios de que había hablado a Carlota eran una piadosa mentira. Quedó inmóvil, con el pensamiento vacío y el corazón apretado. Unas ansias atroces de sollozar le subían del pecho a la garganta amenazando ahogarle. Pero logró tenerlas encerradas: sólo algunas lágrimas brotaron a sus ojos sin darse cuenta hasta que vio la mirada de los transeúntes fijarse con curiosidad en él.
Hasta entonces los ánimos no se habían ocupado más que de la defensa; mas cuando el fuego cesó, se pudo advertir el gran destrozo del casco, que, dando entrada al agua por sus mil averías, se hundía, amenazando sepultarnos a todos, vivos y muertos, en el fondo del mar.
Palabra del Dia
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