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Actualizado: 5 de junio de 2025
¡Jesús! ¡Torres!... ¡qué disparate!... exclamó Rosalía viendo alzarse ante ella, como una aparición fantástica, la imagen de su acreedor . No sé si he dicho a usted que mañana antes de las doce... ¡Ay!, fue una locura la compra de aquella manteleta. Ya ve usted... ¿qué necesidad tenía yo de estos ahogos?
Pero el terror de sus abuelos parecía dilatarse en su espíritu, atormentándolo, enloqueciéndolo. Amalia necesitaba luchar heroicamente para distraerle por poco tiempo de sus escrúpulos. Por eso ahora, cuando le hizo seña para que se acercase, le vio alzarse tétrico de la silla y aproximarse lentamente como si le arrastrasen.
Roto el encanto, la conciencia fría ve alzarse, hoy burladora, ayer risueños, tiempos que fueron ya sueño de sueños del porvenir la negación sombría. Ver la felicidad y no alcanzarla, correr tras de la gloria y no obtenerla, tener un alma libre, esclavizarla... ¡Vida que no es ni nuestra al poseerla, no vale el torpe afán de conservarla, ni el miedo miserable de perderla!
En la época moderna los escultores procuran también revelar espíritus y símbolos, pero sólo logran hacerlo recurriendo a la deformidad, artificialmente, y así sus obras son casi siempre una caricatura. Nuestra época es incapaz de alzarse hasta la religiosa sabiduría helénica. Inútilmente algunos grandes espíritus han procurado enseñarla. Sus lecciones son voces solitarias, vagamente oídas.
Al alzarse el telón vino una bocanada de aire más respirable a aquel horno; poco duró, pero al menos dio ánimos para atender a las primeras escenas del drama. El cual merecía bien que se sufriese la asfixia y otros géneros de tortura, a trueque de verlo representar. Desde la exposición tuvo conmovidos y suspensos a los espectadores.
Es aquí donde debía alzarse, porque ésta es la ventana salediza. La reconozco, no la han cambiado; pero han hecho esa nueva entrada; y, además, esa gran manufactura. Todo el Patio ha desaparecido, la capilla y todo lo demás.
Y enmudecieron los metales, y presto volvió a alzarse su formidable acento, entonando la trágica Marsellesa. Impensadamente se abrieron las ventanas del Círculo, y fue como si la sala llena de claridad, de gente y de tumulto, se viniese a meter entre los espectadores.
Y todos, sin distinción de razas y clases, fuertes y humildes, ignorantes e inteligentes, al eco de este nombre veían alzarse en el paisaje de su fantasía, bañada por el resplandor de la esperanza, una mujer de porte majestuoso, blanca y azul como las vírgenes de Murillo, con el purpúreo gorro símbolo de libertad sobre la suelta cabellera; una matrona que sonreía, abriendo los brazos fuertes, dejando caer de sus labios palabras amorosas: Venid a mí los que tenéis hambre de pan y sed de tranquilidad; venid a mí los que llegasteis tarde a un mundo viejo y repleto.
La continua exaltación de su organismo, la vehemencia con que trataba de persuadir a sus oyentes, le obligaba a alzarse en seguida del asiento, lanzarse al medio del salón y gritar y manotear hasta que se le concluía el aliento y los fuerzas. Se hablaba de la compañía del teatro que había anunciado su marcha por haber experimentado pérdidas en el primer abono de treinta funciones.
Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograba pacientemente dominar el equilibrio, y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos tirantes. Viéronla mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse más. Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas.
Palabra del Dia
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