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Actualizado: 29 de julio de 2025
Vaciló como una flor cortada, y cayó muerta en aquella misma escena en que acababa de triunfar su arte. M. Melville, avisado por teléfono, salió de Scotland-Yard y se dirigió al domicilio de la cantante. Sorege estaba tendido en la alfombra del salón, lívido y horrible.
Oh sí, estuve loca seguía Anita espantada todavía estuve loca una hora... ¿qué hora? un siglo.... Ya no pedía más que salud, reposo... la conciencia clara de mí misma.... Pero, ¡ay, no! Dios, mi Dios querido... yo... todo, todos desaparecíamos. ¡Todo era polvo allá dentro! Y los ojos de Ana fijos en el espanto, veían sobre la alfombra una imagen confusa del recuerdo formidable.... De Pas callaba.
Arrastraba aquella mujer una astrosa bata de lana roja con cuadros negros, que parecía haber servido de alfombra en un salón de baile de Capellanes. «Guárdeme la tienda un ratito le dijo la Sanguijuelera , que voy con mi sobrina a un recado... ¿No conocía usted a mi sobrina? ¿Ve usted qué moza?... Isidora, esta señora es una amiga..., pared por medio.
Era una estancia espaciosa, amueblada con lujo de comerciante rico: gran mesa de caoba maciza, armarios de caoba también, donde había más legajos de papeles que libros, alfombra de terciopelo, divanes forrados de brocatel, y escribanía de plata enorme como un monumento.
Alfombra hubiera querido ser doña Andrea, para que su hija no se lastimase nunca los pies, y para que anduviese sobre ella. Alfombra, cinta para su cuello, agua, aire, todo lo que ella tocase y necesitase para vivir, como si no tuviese otras hijas, quería ser para ella doña Andrea.
Era todo él brillante como el oro, y suave como la seda, y tenía los ojitos verdes y relucientes como dos esmeraldas cabochon. Tomóle de la mano Ratón Pérez, sin usar ya tantas ceremonias, y entróse con él, disparado como una bala, por un agujero que debajo de la cama y oculto por la alfombra había.
La luz de la tarde, filtrándose por los ventanales, extendía sobre el pavimento grandes manchas tornasoladas. Los sacerdotes, al pisar esta alfombra de luz, aparecían verdes o rojos, según el color de las vidrieras. En el coro cantaban los canónigos para ellos mismos en la triste soledad del templo.
Este cuadro tenía un fondo opaco y pardusco que advertía claramente de que la escoba no había penetrado jamás en aquel recinto. El polvo envolvía en su manto protector los muebles, los libros y los frascos de la habitación, y la tapizaba tan perfectamente que los pies no echaban menos la mullida alfombra.
A los ocho días Juanito y Fortuna eran los dos mejores amigos del mundo: no se separaban nunca. El perro dormía sobre un pedazo de alfombra a los pies de la cama del niño. Una mañana don Salvador y Juanito se hallaban en el jardín: el perro les seguía como siempre.
Entre creerse un monstruo de maldad o un ser inocente y desgraciado, mediaban a veces el lapso de tiempo más breve o el accidente más sencillo; que se desprendiese una hoja del tallo ya marchito de una planta cayendo sin ruido sobre la alfombra; que cantase el canario del vecino o que pasara un coche cualquiera por la calle, haciendo mucho ruido.
Palabra del Dia
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