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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Cada alfiler era colocado a las doce del día, y el espacio abierto entre dos de ellos representaba una singladura, veinticuatro horas de navegación. Las banderitas salían del mar del Norte, e iban alineándose a lo largo de la costa de Europa hasta avanzar en pleno Atlántico. La última recién clavada erguíase: entre Canarias y Cabo Verde.
Me han hablado de un veneno de Africa o de América que mata a los hombres con la cantidad que cabe en una punta de alfiler. ¿Es una invención de los novelistas? No, es una invención de los salvajes. Se unta con él la punta de las flechas. Lindo veneno, señora; no hace languidecer a sus víctimas; es el rayo en miniatura. Lo más curioso es que se le puede comer impunemente.
No eran sólo tortadas: había mantecadas, sequillos, almendrados; había también naranjas, naranjas de vuestro huerto, en el que yo tantos ratos he pasado. He descubierto entre ellas dos que estaban juntas en un mismo tallo. Y en el tallo tenían prendido con un alfiler un papelito con un letrero que decía: «Estas las he cogido yo en el huerto para ti».
Hubo un momento en que creyó que un alfiler olvidado sobre su pecho se le metía carne adentro. «El rey de las praderas» quedaba visible únicamente de busto, con una cabeza enorme, y anonadado por lo angustioso de su situación, bajaba la mirada. Luego iba elevando sus ojos, para fijarlos directamente en el público con una expresión de dolor pueril.
Además, el ala del sombrero se clavó en su frente, el velo arremolinado le raspó una mejilla, la punta de un alfiler largo, que parecía animado de vida maligna, buscó traidoramente uno de sus ojos. Ella se separó con rudo tirón. ¡Adiós! ¡adiós! Y al estar junto a la escalerilla, volvió aún la cara hacia Ojeda para despedirse con voz trémula: ¡Novio mío!... ¡mi poeta! Acuérdate alguna vez.
Se llevó su diestra dolorida á la altura de los ojos. Uno de sus dedos sangraba. Tal vez se había enganchado en los pendientes de ella; tal vez se había rasgado en un alfiler perdido en su pecho. Chupó la sangre del profundo arañazo y luego olvidó esta herida, para seguir contemplando el cuerpo tendido á sus pies. Poco á poco se habituó á la luz difusa de la habitación.
Un día pasó un muchacho por delante de nuestra puerta con la cara ensangrentada y nos dijo que tú le habías golpeado. Mi padre se incomodó mucho... ¿Era un hijo del tío Pepe, de la casa de abajo? Me parece que sí. Pues le pegué porque estaba pinchando con un alfiler á una niña de menos edad que él, hija de Telesforo el tabernero.
Por lo que vine a entender, había ido a dar la voz de «visita» para que se tapasen las operarías, que, por razón del calor, habían descubierto alguna parte no visible de su cuerpo. Cuando entramos, aún pude notar que algunas se abotonaban apresuradamente la chambra o ponían un alfiler al pañuelo que llevaban a la garganta. El cuadro que se desplegó ante mi vista me impresionó y me produjo temor.
Esto sólo se reúne teniendo buena parroquia, trabajando años y años con los ojos bien abiertos para que nada se escape. Cuando mi biznieto sea mayor, venderemos la diadema, las pulseras, el alfiler de pecho con esos diamantes como garbanzos que quitan la luz de los ojos. Alégrate, Isidrín; no te engañaron: tu abuela es rica, tiene su tesoro; pero tú solo debes saberlo, pues será para ti.
Por engañarle no tengo remordimientos. Es un animal a quien aborrezco con toda mi alma. No me merece... ¡Pero hay tantas clases de traición!... Te diré... Hay algo ahora en mí que las rechaza. Te diré: con gusto o sin gusto mío, él me da cuanto necesito. Es verdad que los tornillos eran míos; me los habías regalado tú. Pero el alfiler me lo dio él..., y el dinero para la sillería... Ya ves.
Palabra del Dia
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