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Actualizado: 4 de julio de 2025
Pero en cambio, aquellos dos modestos alambres en reemplazo de los cinco hilos del cercado anterior, desilusionaron a los caballos. ¿Cómo era posible que el hombre creyera que aquel alambrado para terneros iba a contener al terrible toro?
Y de él también, los altos hornos que ardían día y noche junto al Nervión, fabricando el acero, y gran parte de los vapores atracados á los muelles de la ría cargando mineral ó descargando hulla, y muchos más que paseaban la bandera de la matrícula de Bilbao por todos los mares, y la mayor parte de los nuevos palacios del ensanche y un sinnúmero de fábricas de explosivos, de alambres, de hojadelata, que funcionaban en apartados rincones de Vizcaya.
Cuando Angelina hizo el último nudo y cortó el haz de pita floja, y lió el tallo con una tirilla de papel de China, alargó el brazo para observar a la distancia el efecto del ramillete. Miróle largo rato, y luego compuso las flores que no le parecían bien colocadas, encorvando los alambres, o dando con breve toque de sus afilados dedos, gallardía y expresión a las corolas.
En los postes nuevos, obscuros y torcidos, había dos simples alambres de púa, gruesos, tal vez, pero únicamente dos. No obstante su mezquina audacia, la vida constante en chacras había dado a los caballos cierta experiencia en cercados. Observaron atentamente aquello, especialmente los postes. Son de madera de ley observó el malacara. Sí, cernes quemados.
Unos alambres interminables iban de poste en poste, casi a ras de tierra, marcando los límites de la llanura, repartida en proporciones gigantescas. Y en estos cercados de término indefinido, que no podían abarcarse con los ojos, movíanse los toros con paso tardo, o permanecían inmóviles en el suelo, empequeñecidos por la distancia, como caídos de una caja de juguetes.
Pasaban al borde de la Trascava, cuando Lili, desviándose del sendero con la elástica ligereza de sus patillas como alambres, echó a correr césped abajo por la vertiente del embudo. Primero corría, después resbalaba. Sofía dio un grito de terror.
Ellos tienen millones, y pueden reventar con sus coches a un pobre diablo todas las semanas; pueden cubrir la puerta del Sol con una parrilla de alambres del demonio, que el día que se caiga matará a medio Madrid... Es el planeta de las criaturas.
De noche, un hombre toca un botón, los dos alambres de la luz se juntan, y por sobre las máquinas, que parecen arrodilladas en la tiniebla, derrama la claridad, colgado de la bóveda, el ciclo eléctrico. Lejos, donde tiene Edison sus invenciones, se encienden de un chispazo veinte mil luces, como una corona.
Este era el Besugo, consorte del Gallego, el Margallo y el Viruelas, y compañeros los cuatro del Barrabás en el robo de bronces y alambres en Vallecas. Al hermano de Maltrana lo tenían alejado de ellos, para evitar peleas, pues hablaba de comerse los hígados de sus consortes por haber charlado de sobra en las declaraciones. El muchacho es una alhaja dijo el empleado irónicamente . Tiene genio.
Antes y después, se experimentaron muy graves perturbaciones barométricas; los alambres del telégrafo quedaron rotos ó inservibles, interrumpidas las comunicaciones. Algunos años cálidos habían precedido á esa tempestad, y después de ella hubo una gran variedad de tiempo, ya frío ya lluvioso.
Palabra del Dia
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