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Actualizado: 10 de octubre de 2025
Por los mismos dolores que sufríste, por lo que has de sufrir seca tu llanto, y a la pálida novia que a tí viene, sedienta de tu amor, abre los brazos. A tu puerta ha llegado sonriente, como una virgen rústica, temblando, a ahuyentar tus tristezas dolorosas con la caricia de sus dedos blancos.
La infeliz se abanicaba, fingiendo poco interés en el asunto, y hacía esfuerzos para aparecer serena y ahuyentar de sus mejillas el borbotón de sangre. «Bueno... pues ahora, Refugio, vamos a hablar de otra cosa. Yo he venido a pedirte un favor». ¿Un favor? dijo la otra con vivísima curiosidad.
Fortunata no pudo comprender el motivo de esto, y creyó que la oscuridad del velo le desfiguraba la realidad de la cara de su pareja. Volvió a mirar con disimulo, haciendo que se volvía para ahuyentar una mosca, y... ello podría ser ilusión, pero los ojos de Mauricia parecían dos ascuas. En fin, todo sería aprensión.
Creyó haber oído un ¡ay! de Bringas; pero debió de ser ilusión suya, pues el santo varón parecía muy tranquilo, y su mesurado aliento indicaba que al fin se había dormido de veras. «¡Torres... el dinero! pensó Rosalía sacudiendo la cabeza para ahuyentar aquella idea, como si esta fuera un moscón que se le posara en la frente . ¡Y en qué circunstancias, Dios mío!...».
Sin embargo, el conde no se impacientaba, quizá temiendo que el más pequeño signo de impaciencia, en aquella ocasión, hiciese dudar de su serenidad. Alentados con esta paciencia, los jóvenes salvajes cada vez le apretaban más con su vaya, repitiendo con variantes la misma idea del entierro. La verdad es que se iban haciendo pesados; pero no lograron ahuyentar su fría y vaga sonrisa.
Mientras que si Juanita acertaba a ser rígida sin disgustar y ahuyentar al pretendiente, pero sin otorgarle tampoco el menor favor de importancia antes que el cura diese en la iglesia el pasaporte para los favores, convirtiéndolos en actos de deber y cargas de justicia, harto posible era que don Paco se emberrenchinase hasta tal punto que entrase por el aro, rompiendo todo el tejido de dificultades que al aro pusiesen doña Inés y otras personas, y elevando a Juanita a ser legítimamente la señora del personaje más importante del lugar, después de don Andrés Rubio, el cacique.
Es bien sensible que semejante libro esté envenenado por tantas extravagancias, buenas únicamente para ahuyentar la fe y el buen sentido de los jóvenes. Quemaré este libro, y sobre todo, la Nueva Eloísa, más peligroso todavía, porque éste exalta las pasiones al propio tiempo que debilita el espíritu. ¡Qué lástima que un talento tan grande como el de Rousseau enloquezca de este modo!
Quién sabe... Dios te preserve de las tempestades del corazón, mi querida nieta... Pero dijo de pronto para ahuyentar la melancolía, nos hemos extraviado de Celestina... Cierra la esquela del cura para que yo pueda entregársela, y no hables de esto a la buena mujer. Si sospechase que estamos al corriente de su paso, guardaría rencor al señor cura por esta indiscreción, permitida sin embargo.
Vosotros, unidos á los perseguidores, atizais la hoguera en que se purifica la fé; mas ¡ay, que entre tanto fomentais la ruina y la despoblacion, contribuís á ahuyentar á los buenos, introducís el cisma entre los perseguidos, corrompeis á los sencillos, avergonzais á los doctos, escandalizais la cristiandad!
El teniente se estremecía y hacía lo posible por ahuyentar los pensamientos que en aquel momento acudían en tropel a su cerebro. Concluyó por no pedirle consejo alguno, y obró cuerdamente. La teología moral de don Miguel era sin duda más deficiente que la táctica militar.
Palabra del Dia
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