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Actualizado: 31 de mayo de 2025


La maldita casualidad me llevó un día del Havre á Honfleur, á bordo de una embarcación que rebosaba de esos imbéciles. A pesar de lo corto de la travesía, como los señoritos se fastidiaban, organizaron un sarao. Verdad es que no se oían los acordes de su instrumento, pues, la profunda voz del mar, que solemne, formidable, bramaba á nuestro alrededor, ahogaba aquellos débiles sonidos.

Rocchio, inmóvil, sentía que aquel número siniestro, 350, le apretaba la garganta, le ahogaba; toda la cólera de que en el día había hecho provisión, y que hacía hervir su sangre, iba a descargarla sobre aquella cifra, nuncio fatal de su ruina.

, Torres le dijo pocos días antes que Refugio había cobrado en casa de Trujillo diez mil reales que su hermana le mandaba para poner el establecimiento. El tiempo ahogaba; la situación no admitía espera. Sin detenerse a meditar la conveniencia de aquel paso, se aventuró a darlo.

El deseo de ir en su ayuda me ahogaba; pero no me atrevía a acercármele y echarle los brazos al cuello para consolarla. Cuando estuve en cama, la necesidad de brindarle mi ternura se apoderó de con nuevas fuerzas: me levanté, y en camisa, como estaba, me aventuré por el corredor obscuro. Permanecí largo rato delante de su puerta, temblando de frío y de miedo, con la mano sobre el botón.

María respondió Stein sin levantar la frente, como si la infamia de su mujer fuese un peso que se la oprimiera. ¡Y la habéis sorprendido! dijo el duque, pudiendo apenas pronunciar estas palabras, con una voz que la indignación ahogaba.

Cuando nuestro joven la veía ponerse las gafas y tomar entre sus dedos una chambra, frotarla cuidadosamente, acercarla a los ojos para ver si descubría alguna pérfida hebra de algodón entre su cándido hilo, un estremecimiento de dicha inefable corría por su cuerpo; la emoción le ahogaba; necesitaba volverse de espaldas para no caer a sus pies y expresarle en términos fervorosos delante de los horteras toda la veneración, todo el entusiasmo que su conducta generosa le inspiraba.

Al fin había cedido a las instancias de algunos amigos, oficiosos mediadores entre él y la familia, y aquella mañana iba a almorzar en la casa de Valldemosa, donde vivía Valls gran parte del año para alivio del asma que le ahogaba. Jaime hizo un esfuerzo de memoria queriendo recordar a Catalina. La había visto varias veces, en las calles de Palma. Buena figura, rostro agradable.

No, Gabriela; le dije, trémulo y sonrojado, estimo la confianza de usted; agradezco infinito la bondad con que usted me trata, la amabilidad con que me distingue... pero ¿qué decir de Linilla? ¿Que la amo con fraternal afecto? ¿Fraternal solamente? ¿Cómo a ? Sentí que me ahogaba la emoción.

Había momentos en que se humedecían sus párpados; pero el más leve rumor daba fuerzas al miedo de ser sorprendida, y ahogaba la inoportuna lágrima, trocando en dulce sonrisa el salado llanto.

Se ahogaba; su pecho agitábase con los estertores de una tos cavernosa. El maestro de capilla se aproximó a él alarmado. No hay que asustarse dijo Luna reponiéndose . Es lo de todos los días. Estoy enfermo y no debía hablar tanto. Además, estas cosas me excitan.

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