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Actualizado: 30 de abril de 2025


Los últimos días que pasamos en el estudio... que se lo cuente á usted Isidora... estuve malísimo; como que nos asustamos, y....» Le entró tan fuerte golpe de tos, que parecía que se ahogaba. Isidora acudió á incorporarle, levantando las almohadas.

Doña Blanca hacía mucho tiempo estaba sujeta á frecuentes paroxismos histéricos. Había momentos en que le parecía que se ahogaba: un obstáculo se le atravesaba en la garganta y le quitaba la respiración. Entonces le daban convulsiones que terminaban en sollozos y lágrimas. Después solía calmarse y quedar por algunos días tranquila, aunque pálida y débil.

¿Qué es esto? dijo, ronco de repente, don Fermín, plantado, como con raíces, en medio de la sala. Lo que yo quería, que nos viéramos en seguida. Yo estoy loca, esta noche creí que me moría... ayer... hoy... no cuándo.... Estoy loca.... Se ahogaba al hablar. De Pas sintió una lástima que le pareció vergonzosa. Ya lo todo; no necesito historias.... ¿Qué es todo?

«No, no, no murmuró luego entre sollozos tales que parecía que se ahogaba . A no me puede perdonar, a no, porque he sido muy arrastrada, pero mucho, y cuanto pecado hay, chica, lo he cometido yo... Y si no, di uno, nómbrame el que quieras, y de seguro que lo tengo metido aquí...».

Entonces quise vengarme, y para vengarme salí, y me fuí á casa del cocinero del rey, cargada de joyas; Montiño es avaro, y estaba segura de averiguar... Bueno es saberlo dijo para Quevedo. Pero no le encontré y me abrasaba en el tabuco donde vive... me ahogaba allí, al lado de aquella carne con ojos de mujer. Entonces salí, bajé, y seguí á pie. ¿Y á dónde íbais cuando os encontré?

Yo no podía estar allí; me ahogaba. Le dije a Dorregaray: 'mi general, no cómo usted aguanta esto', y él se alzaba de hombros, ¡poniéndome una cara...! No pasaba día sin que los lechuzos le llevaran un cuento a don Carlos. Que Dorregaray andaba en tratos con Moriones para rendirse, que Moriones le había ofrecido diez millones de reales, en fin, mil indecencias.

La Gorgheggi calló un momento, porque la ahogaba la emoción; ira, pena, vergüenza.... Dos lágrimas, que debían de saber a vinagre, se le asomaron a los ojos. El infame tuvo el valor de insultarme como a una mujer perdida...; me amenazó con la justicia, con plantarme en el arroyo.... Yo eché a correr; salí a la calle, como estaba, sin sombrero.... Pero volví.

Y aunque algo duro e inflexible se alzaba en el fondo de su corazón, gritando que aquello era una farsa, una nueva vileza, la marquesa ahogaba esta voz sin darse cuenta de ello, para dejar entrar allí un rayo de sol que disipase las tinieblas de su triste abandono, para dejar que la esperanza y el deseo levantasen juntos y a su placer un bello castillo en el aire.

Palabra del Dia

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