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Actualizado: 18 de junio de 2025
Me hicieron de Gloria unos elogios que, aunque un poco vivos y si se quiere brutales, tuve que aceptar y aun agradecer, pues se comprendía que eran dichos de buena fe y con ánimo de agradar. Brindamos y bebimos por ella más de una docena de veces, y se invitaron con la mayor alegría para beber unas cañitas a la salud de los novios el día de la boda.
De que podrás inferir, Andrés, cuán dañoso es el saber y qué verdad es todo cuanto arriba te llevo dicho acerca de las ventajas que en esta, como en otras cosas, a los demás hombres llevamos los batuecos, cuánto debe regocijarnos la proposición cierta de que: «En este país no se lee porque no se escribe, y no se escribe porque no se lee»; que quiere decir, en conclusión, que aquí ni se lee ni se escribe; y cuánto tenemos, por fin, que agradecer al cielo, que por tan raro y desusado camino nos guía a nuestro bien y eterno descanso, el cual deseo para todos los habitantes de este incultísimo país de las Batuecas, en que tuvimos la dicha de nacer, donde tenemos la gloria de vivir y en el cual tendremos la paciencia de morir.
A ésta, como a casi todas las señoras de alto fuste y suprema elegancia, no le gustaba el trato con las mujeres sino en raros casos. Tanto más de agradecer y de estimar, por consiguiente, la extraña excepción que había hecho de Beatriz y de Inesita.
-Bien está eso -dijo don Quijote-, pero yo sé lo que ahora conviene que se haga. Y, llamando a todos los galeotes, que andaban alborotados y habían despojado al comisario hasta dejarle en cueros, se le pusieron todos a la redonda para ver lo que les mandaba, y así les dijo: -De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud.
Te comprendo, pero, en fin, Raúl tiene los gustos de mi clase y una situación honrosa que reclama muchos gastos, que yo puedo sufragarle, muy feliz de agradecer así la felicidad que mi hija os deberá a los dos. La condesa se levantó. Ya hablaremos de esto, hermano mío. No hay prisa y tenemos tiempo de pensarlo... Reflexionaré... Pesaré mis sentimientos y mi razón.
Volver a Saint-Pair en aquel bonito carruaje y en tan elegante compañía era una de esas satisfacciones de vanidad pueril que halagaban más que nada a su frívola cabeza. Dio señales de agradecer mucho la atención, y cuando se pararon en la verja dijo al joven: Si no tiene usted miedo de una cocina de enferma, le pediré que participe de nuestra comida.
Esta persistencia del orgullo de casta, aunque envuelto en blandas maneras, era el único ángulo rígido de su carácter, y por este lado llegaba en ocasiones a extremos de dureza e insensibilidad, inconscientemente, y, por lo tanto, sin remordimiento. Por lo que a nosotros toca, no teníamos por qué quejarnos, antes sí, mucho que agradecer. Vivía sola lo más del año.
Muy de agradecer es esto último en el día de hoy, cuando en la novela se pretende enseñar todo lo que hay que saber, incurriendo los novelistas en pesadez inaguantable. Porque, según me decía anteayer cierto amigo mío, no pocas novelas docentes de ahora son para él como el ajedrez: para juego, sobrado científico, y para ciencia, sobrado juego.
Todo eso tendrémos á nuestro favor: pagarémos deudas antiguas, dando verdades á trueque de embustes, agradeciendo y recomendando lo que juzguemos que debamos recomendar y agradecer.
Pues sepa vuesa merced que lo puede agradecer, primero, a Dios, y luego, a dos fuentes que tiene en las dos piernas, por donde se desagua todo el mal humor de quien dicen los médicos que está llena. ¡Santa María! -dijo don Quijote-. Y ¿es posible que mi señora la duquesa tenga tales desaguaderos?
Palabra del Dia
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