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Actualizado: 18 de junio de 2025


Jamás podría agradecer bastante lo que hacía por él. Era su único defensor. Deseaba una ocasión para mostrarle su gratitud: morir por él, si era preciso. La esposa admiraba á su cuñado con grandes extremos de entusiasmo: «El caballero más cumplido de la tierra.» Y Desnoyers agradecía en silencio esta adhesión, reconociendo que el alemán era un excelente compañero.

Decía a solas: «Más se me ha de agradecer a , que no he tenido de quien aprender virtud ni a quien parecer en ella, que al que la hereda de sus abuelos». En estas razones y discursos iba, cuando topé un clérigo muy viejo en una mula, que iba camino de Madrid. Trabamos plática y luego me preguntó que de dónde venía; yo le dije que de Alcalá.

Y el marqués, poniendo su diestra en un hombro del desconocido, parecía agradecer la tristeza que se reflejaba en su rostro. La llegada a la casa de Gallardo fue penosa. Sonaron adentro, en el patio, alaridos de desesperación. En la calle gritaban y se mesaban los pelos otras mujeres vecinas y amigas de la familia, que creían ya muerto a Juanillo.

Porque, ¿qué hay que agradecer -decía él- que una mujer sea buena, si nadie le dice que sea mala? ¿Qué mucho que esté recogida y temerosa la que no le dan ocasión para que se suelte, y la que sabe que tiene marido que, en cogiéndola en la primera desenvoltura, la ha de quitar la vida?

Felizmente, Milagros le había dado poco más de la mitad de lo que su deuda importaba, con promesa de entregar el resto antes de marcharse a Biarritz. «Las cosas se me van arreglando bien le dijo . Seguramente tendré lo bastante para los compromisos de estos días, y aun creo poder dejar a usted algo si lo necesita... No, no hay que agradecer... Es que no me hace falta, y más seguro está en esas manos que en las mías». Con estas promesas y ofrecimientos, la Pipaón veía próximo el término de su ahogo.

El secreto á voces. Hado y divisa de Leónido y Marfisa. Las armas de la hermosura. Duelos de amor y lealtad. El segundo Scipión. El castillo de Lindabridis. Don Quijote de la Mancha. La Celestina. No hay cosa como callar. El José de las mujeres. El triunfo de la Cruz. Los empeños de un acaso. Primero soy yo. El agua mansa. Agradecer y no amar. Para vencer á amor querer vencerle.

Algo de esto ha hecho, para vergüenza nuestra, un escritor francés, Pablo Rousselot, en libro que titula Los místicos españoles, donde, si deja mucho que desear, aún nos da más que agradecer, ya que ha sido el primero en tratar el asunto como filósofo, moviendo a algunos españoles, a par que a impugnarle y completarle, a imitarle y a seguir sus huellas.

Otra cosa que me considero obligado a agradecer a Vd., es la indulgencia, la tolerancia, aunque no complaciente y relajada, sino severa y grave, que ha sabido Vd. inspirarme para con las faltas y pecados del prójimo. Digo todo esto porque quiero hablar a Vd. de un asunto tan delicado, tan vidrioso, que apenas hallo términos con que expresarle.

7 La corte en el valle, de D. Francisco Avellaneda, D. Juan de Matos Fragoso y D. Sebastián de Villaviciosa. 8 Amar y no agradecer, de D. Francisco Salgada. 9 Santa Olalla de Mérida, de D. Francisco González de Bustos. 10 Merecer de la fortuna, ensalzamientos dichosos, de D. Diego de Vera y D. José Ribera. 11 Muchos aciertos de un yerro, de D. José de Figueroa.

Y no se quejó, sino que dijo así: «Pues por eso, hijos míos, os tengo de defender más, porque os tienen tan martirizados que no tenéis ya valor ni para agradecer.» Y los indios, llorando, se echaron a sus pies, y le pidieron perdón. Y, entró en Ciudad Real, donde los encomenderos lo esperaban, armados de arcabuz y cañón, como para ir a la guerra.

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