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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Don Álvaro ya miraba al Provisor con prevención, ya le temía; el Provisor no sospechaba que don Álvaro pudiera ser el enemigo tentador de la Regenta; si no le quería bien, era por considerar peligrosa para la propia la influencia del otro en Vetusta, y porque sabía que sin ser adversario declarado y boquirroto de la Iglesia, no la estimaba.
Tuvo que forcejear contra una cosa dura que crujía, enviándole al rostro un caño de sangre. Luego, al serenarse, vió que había metido el arma por la boca de su adversario, rompiéndole las vértebras. Conocía también el revólver, pero no era tirador.
Dobló el pliego para meterlo en un sobre, y luego puso éste en el bolsillo interior de una levita colgada cerca de él. «Si caigo mañana pensó , encontrarán esta carta sobre mi pecho. Encargaré á Watson, antes del duelo, que en caso de muerte la envíe á mi familia.» Una hora después su adversario entraba en la casa de Moreno.
No sabía con certeza lo que era, pero le impresionaba el gesto del coronel al pronunciar la terrible palabra. Ya no pensó con tanta vehemencia en matar á su adversario; este deseo pasó á segundo término. Tampoco pensó en que podía morir.
¡Ya lo creo! ¡Y vaya si le conozco! dijo el Comendador recordando á su antiguo adversario y víctima de la niñez. Pero entonces, ¿quién es Clori? añadió en seguida. Clori es una linda señorita, muy amiga mía. Su madre vive con gran recogimiento y no sale ni deja salir á su hija de noche.
El comisario hubo de conformarse con estas justificaciones; el dueño del boliche las aceptó igualmente, creyendo que era mejor tenerlo por amigo que por adversario, y allí estaba Manos Duras contemplando con una atención algo burlona los preparativos de la fiesta. Los otros gauchos, igualmente silenciosos, parecían reir interiormente de tales labores.
Mientras hablaba y desarrollaba sus ideas, con frecuencia opuestas a las del inspector general, éste estudiaba la fisonomía de su adversario y en vano buscaba en ella semejanzas con el matrimonio Princetot. En realidad, el joven no había salido a su padre ni aun a su madre. No tenía en los ojos ni la somnolencia maliciosa del Príncipe, ni tampoco la indolente languidez de su madre.
Sus facultades dialécticas se habían desarrollado de modo tan desmesurado que nadie osaba hacerle frente á no ser que estuviese borracho perdido. Por lo cual muchas veces se veía obligado á forjarse un adversario mentido con quien contendía en voz alta. Era por lo general alguno de los que se habían quedado dormidos sobre un banco de la taberna.
Yo pensaba dar razones y probar... No, señor, no pruebe usted nada. ¿Usted se quiere perder? Diga usted, ¿qué señas tiene el adversario de usted? ¿Es alto? Mucho; se pierde de vista. ¿Tendrá seis pies? Más, más: hágale usted más favor... pero ¿qué tiene que ver eso con la cuestión de tabacos? ¿No ha de tener? Empiece usted diciendo que su artículo de usted es bueno: primero porque él es alto.
Lucifer había sido tan rubio, tan arrogante y tan guerrero como él. Ahora, con el nombre de Satanás, era feo y estaba caído y pisoteado, como todos los rebeldes que no triunfan. Durante muchos siglos, Miguel había permitido á los pintores y los escultores celestiales que le representasen teniendo bajo sus pies y su poderosa lanza á Satanás, el camarada y el adversario de otros tiempos.
Palabra del Dia
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