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Actualizado: 27 de julio de 2025
En 1606, cuando marchó con licencia el Embajador D. Baltasar de Zúñiga, pidióle con lágrimas que hablara en su favor al Rey, y así hubo de prometérselo por continuación de las gestiones anteriores, dejando en su sér las esperanzas que, un año más tarde, pintaba esta carta al Condestable de Francia: «De mí no sé nada, sino que de cualquier manera, con la llegada de D. Baltasar de Zúñiga, ó vuelta por mejor decir, espero alguna resolución, y por lo menos desengaño, que éste es el término que he puesto á este encanto, como lo escribí ayer al Rey Cristianísimo, con que me echaré á vivir y morir sin más padescer los tormentos de esperanzas humanas, que aunque las conozco y sus engaños, he tenido por obligación hacer esta última prueba, porque vea el mundo que no quedó por bizarría ni falta de todas justificaciones en cuanto á mí ha sido.
El comisario hubo de conformarse con estas justificaciones; el dueño del boliche las aceptó igualmente, creyendo que era mejor tenerlo por amigo que por adversario, y allí estaba Manos Duras contemplando con una atención algo burlona los preparativos de la fiesta. Los otros gauchos, igualmente silenciosos, parecían reir interiormente de tales labores.
Zamet dí las saludes de parte de V. Excelencia; de mí no sé nada sino q. de cualquier manera con la llegada de don Baltasar de Çúñiga, o buelta por mejor dezir, espero alguna resolucion, y por lo menos desengaño, y este el término q. he puesto a este encanto, como lo escriuí ayer al Rey Christir.^mo, como q. me echaré a biuir y morir sin mas padescer los tormentos de Esperança humana q. aunque las conozco, y sus engaños, he tenido por obligacion hacer esta última prueua, porque vea el mundo q. no quedó por bizarría ni falta de todas justificaciones en quanto en mí ha sido.
Un marido un poco calavera, algo donjuanesco, un poco embrollón en sus justificaciones, tiene para ellas una seducción misteriosa. Son imaginaciones perturbadas, una manera de ser que no se vence con la educación ni con ninguna pedagogía. Ya ves que para una de éstas tú no serías un modelo, aunque para mí lo eres, que es lo principal.
Cuando iban caminando á España estas justificaciones, llegó de la bahía de San Julian á la plaza de Montevideo el Super-intendente D. Antonio de Viedma, y le presentó una informacion, que á su pedimento recibió el capitan de infanteria D. Felix Iriarte, compuesta de los pobladores de aquella colonia, en que únanimes declaran, con referencia á lo experimentado en los frutos de sus sementeras, que aquellos terrenos eran productivos para mantener la poblacion.
La secular pereza española, la resistencia a cambiar de postura, el miedo a lo desconocido que sienten todos los pueblos estacionarios, son las causas de que aún continúe esa institución que ni siquiera tiene, como en otras naciones, el éxito militar y el agrandamiento del territorio como justificaciones de su existencia. Con esto cesó la conversación aquella tarde en el cuartucho del músico.
Palabra del Dia
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