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Actualizado: 11 de julio de 2025
El viejo duque y el unigénito, adolescente de veintiún años, pasaban los inviernos en Madrid, ciudad que ella aborrecía, sobre todo por el sol. Le gustaban los cielos grises y la luz cernida.
Una intrusa jamás olvidada, la obsesionante compañera de un pacto adolescente, acude siempre a citas que no fueron para ella: Cordelia impalpable y silenciosa, estatua derribada en el jardín que heló y eternizó con labios de mármol perfecto, el primer beso. Es casi la tragedia de este libro.
Pero los que intenten imitarte y cometan tus mismas atrocidades sin vestir unas ropas de corte y color especiales llamadas uniforme, arrastrarán una cadena en el calabozo de una cárcel.... Puedes retirarte. ¡Que avance otro!. El tercero era un adolescente, seco de carnes, nervioso, con una palidez verdosa y los ojos de mirada astuta.
A pesar de esto, se comprendía que no era ya adolescente. Los lineamientos de su rostro estaban definitivamente trazados y ofrecían un conjunto agradable, donde se leían claramente los signos de prolongado padecer.
Y entre estos últimos, descuella el único que de ellos vive, no sé dónde, aunque estoy seguro de que donde se halle, continuará siendo el malvado de siempre, el seductor de mujeres, el tormento y enemigo jurado de otros hombres. ¿Dónde, dónde está Ruperto Henzar, aquel adolescente que estuvo tan próximo a vencerme?
Este período, el más brillante del drama español, comprende desde la conclusión del siglo XVI hasta fines del XVII. No es fácil fijar con exactitud el año en que comienza y acaba. ¿Quién podrá indicar el momento, en que las fuerzas del hombre alcanzan su perfecta madurez y deja de ser adolescente, ó aquel otro, en que, débil, llega á la vejez?
Además, ¡nuestros comentarios alegres al estar solos! Muchos de mis antiguos adoradores sintieron renacer el pasado por envidia sorda, por la instintiva rivalidad del hombre maduro ante el adolescente, y me asediaban con sus galanterías. Mi Jorge me amenazaba riendo: «Mamá, tengo celos.» Quería que su madre no llamase la atención de ningún hombre, para que fuera toda de él.
Brull conocía mucho al barbero. Era una de sus admiraciones de adolescente. El miedo a su madre fue lo único que le impidió de muchacho el frecuentar aquella barbería, refugio de la gente más alegre de la ciudad, nido de murmuraciones y francachelas, escuela de guitarreos y romanzas amorosas que ponían en conmoción a toda la calle.
Todos los té-tangos de los Campos Elíseos vieron á la duquesa de Delille bailando con su nuevo capricho amoroso. Y yo, Miguel, te lo confieso, me enorgullecía con este error. Continué siendo la hermosa Alicia, rejuvenecida por la fidelidad de un adolescente que la acompañaba á todas partes con el entusiasmo del primer amor. Me parecía esto preferible al papel resignado y pasivo de madre.
Acercábase á la mitad de su curso el turbulento siglo décimocuarto, y casi nada se habia labrado de nuevo en la catedral . Las disensiones civiles ocasionadas por las competencias sobre el gobierno del reino durante la menor edad de D. Alonso XI, las correrías de Ozmin por el reino de Córdoba, las talas hechas en el mismo por el rey de Granada, las pérdidas de varios pueblos y castillos, los crueles escarmientos ejecutados por el monarca adolescente en los parciales de D. Juan Manuel, eran causas harto poderosas para que muriesen de inanicion las artes en la antigua corte de los califas.
Palabra del Dia
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