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Actualizado: 11 de junio de 2025


El burgués era un adolescente pálido y desmedrado, un muchacho de dieciséis años, con el traje raído, pero con gran cuello y vistosa corbata; el lujo de los pobres. Temblaba de miedo al enseñar sus pobres manos finas y anémicas, manos de escribiente encerrado a las horas de sol en la jaula de una oficina.

Disparó don Pedro una imprecación, y bajó de dos en dos las escaleras. Primitivo y Julián le seguían. En la cuadra, el pastor, adolescente de cara estúpida y escrofulosa, confirmó la versión del cazador.

¿No entiende todavía? dijo al fin. Ni una palabra... murmuré aturdido, tan aturdido, como puede estarlo un adolescente que a la salida del teatro ve a la primera gran actriz que desde la penumbra del coche mantiene abierta hacia él la portezuela... Pero yo tenía ya casi treinta años, y pregunté al médico qué explicación razonable se podía dar de eso. ¿Explicación? Ninguna.

En su infancia, prolongada por la inocencia y la radiante salud, no cabían más placeres que correr por las alamedas que a León rodean, brincar con regocijo, cual pudiera adolescente ninfa retozando por los valles helenos.

El señorito es un adolescente de tez blanca, sonrosada, de facciones puras y correctas como las de un Apolo, los ojos de un azul muy claro, la frente despejada, quizá demasiado despejada, y la boca pequeña, quizá demasiado pequeña. Á no ser por el bozo incipiente que mancha su labio superior, sería su rostro el de una dama y no mal parecida.

¿Qué se le ofrecía a V.? le preguntó sonriendo. El cadete vaciló un instante, puso sus ojos sanguinarios en el suelo y dijo con voz bronca de adolescente que está en la muda: Cabayero, quisiera saber si V. está «en relaciones» con esa chica del número quince... ¿Del número quince? dijo Miguel, más risueño aún. señor, cuarto tercero. Pues en efecto, estoy en muy buenas relaciones; señor.

El pobre muchacho, casi un niño, quería regresar por tierra, y él le había arrastrado á última hora, demostrándole las ventajas de un viaje por mar. ¿Quién podía imaginarse que los submarinos alemanes estaban en el Mediterráneo?... El comisionista insistió en su remordimiento. No podía olvidar á este adolescente que, por hacer el viaje en su compañía, había marchado al encuentro de la muerte.

Habló también de su familia, que no era muy numerosa: dos hijas, ya casaderas, Adelaida y Elvira, y un hijo adolescente, Adolfo, que seguía la carrera diplomática, en el cajón mismo en que el Ministro de Estado guardaba sus notas secretas. De su mujer habló poco y como de paso, por lo cual sospechó el Reyecito que habría allí alguna messa allianza, ó quizá disensiones matrimoniales.

Esta es la mayor exclama . En casa quedan otros cinco leones. ¡Calcule usted los versos que tendré que hacer! La niña rubia, una grácil adolescente de catorce años, tiene los ojos zarcos e ilusionados. Ahora le voy a comprar unos zapatos, ¿sabe usted? Los romperá en seguida, porque estas criaturas...

Para demostrar a Vérod la sinceridad de la narradora, leyó todavía otros párrafos, aquellos en que estaban descriptas las ingenuas impresiones de la adolescente y de la esposa. Poco a poco iba reconstruyendo para Vérod la historia completa de aquella alma, como la había reconstruido para durante la primera lectura. Hay que creer lo que ella misma escribió aquí.

Palabra del Dia

rigoleto

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